Hace un montón de años me empeñé en hacer carrera literaria, como si eso fuera como pronunciarlo con la boca llena, y aprendí enseguida que esa carrera se hace más por el ‘favor’ que por el ‘valor’, y ya sabéis cómo funciona la cadena de favores, destruyendo la autenticidad y malogrando lo que puedas tener de bueno en tu interior. Pasé aquello como un prurito o una suerte de acné juvenil raro y volví a mi ser yo, un hombre normal en un espacio bellísimo preñadito de seres anodinos. Entonces escribí de verdad, no de lo que molaba, sino de lo que me molaba, sin pensar en editores, ni en premios, ni en críticos, sin pensar en agradar a una o a otra cuadra literaria. ¡Joder!, dejé de existir para el poperío y pasé a ser un lemur raro y endémico de esta Bijarra alejada de cualquier sitio. Eso sí, veía a mis amigos literarios/tos/les subir escalafones a base de humillar en su escritura, intercambiando cromos en saraos culturales y mendigando palabras impresas con esas caritas de ‘lonecesitom
Bitácora de Luis Felipe Comendador