Hace un montón de años me empeñé en hacer carrera literaria, como si eso fuera como pronunciarlo con la boca llena, y aprendí enseguida que esa carrera se hace más por el ‘favor’ que por el ‘valor’, y ya sabéis cómo funciona la cadena de favores, destruyendo la autenticidad y malogrando lo que puedas tener de bueno en tu interior. Pasé aquello como un prurito o una suerte de acné juvenil raro y volví a mi ser yo, un hombre normal en un espacio bellísimo preñadito de seres anodinos. Entonces escribí de verdad, no de lo que molaba, sino de lo que me molaba, sin pensar en editores, ni en premios, ni en críticos, sin pensar en agradar a una o a otra cuadra literaria. ¡Joder!, dejé de existir para el poperío y pasé a ser un lemur raro y endémico de esta Bijarra alejada de cualquier sitio. Eso sí, veía a mis amigos literarios/tos/les subir escalafones a base de humillar en su escritura, intercambiando cromos en saraos culturales y mendigando palabras impresas con esas caritas de ‘lonecesitomucho’. Luego los veía cuando se pasaban a verme por mi vieja y estrecha Bijarra, y los notaba tristes, angustiados por su último libro o porque el Loewe se lo dieron a Clark ‘y mi libro era mejor, colega’. ¡Pobres!
Hace unas semanas que le di fin a un poemario personal que nada tiene que ver con las modas y los modos actuales, y sin más, se lo comenté a mi amigo Uberto… “Niño, tengo un poemario nuevo…”. Enseguida me pidió que se lo enviase y al poco tiempo me contestó que si deseaba editarlo con él en GARVM… Pues claro, encantadito y feliz. Y le envié los poemas a Luis Alberto, del que me fío un montón para ubicar mi escritura… Enseguida me contestó también con un texto para prologar el libro… Y es justo aquí donde percibí netamente que tengo mi ‘carrera literaria’ bien trazada, pero bien trazada como yo la deseo.
Dejo aquí la entradilla prologuera que me ha regalado Luis Alberto, que es helenista, filólogo, poeta, traductor, ensayista, columnista, crítico, editor literario, académico de número de la Real Academia de la Historia, académico de la Academia de Buenas Letras de Granada, vocal del Real Patronato del Museo del Prado y miembro del jurado del Premio Princesa de Asturias de las Letras, además de que fue Secretario de Estado de Cultura y director de la Biblioteca Nacional, por si te parece poco… Y dejo la entradilla en recuerdo de mi madre y del daño que le hicieron en su día, negándome, los esbirros Riñones. Va por ella y para ellos:
“PALABRAS PARA LUIS FELIPE
Luis Alberto de Cuenca
Si Luis Felipe Comendador no existiera habría que inventarlo. Quedan muy pocos osos en España. Osos fieros y tiernos a la vez, ávidos de miel y de siesta invernal, compañeros tenaces y fieles de los niños cuando se transforman en teddy bears, aguerridos como gladiadores cuando se invade su territorio, auténticos en sus reacciones, sin la menor trastienda, sin dobleces y sin engaños. Uno de ellos, y de los más conspicuos y, a la vez, entrañables, es Comendador. En su caso, lo de Comendador no tiene nada que ver con el personaje del Tenorio, pues es lo menos engolado que existe al este del río Pecos (con el Atlántico en medio, por descontado). Nuestro Comendador, nuestro querido y admirado Comendador, es un oso acribillado de talento y generosidad que decidió convertir su empañada ciudad natal en una sucursal del Parnaso, acometiendo todo tipo de iniciativas poéticas que han quedado ahí, para siempre, como un tatuaje de los que no se pueden borrar, en la piel de la villa salmantina, a modo de emblema de modernidad crítica, transgresora y desbordante de creatividad e ingenio literario.
Ahora, en su nuevo libro Como regar el agua, Luis Felipe vuelve a ejercer su inmensa capacidad para comunicarse contigo, querido lector, a base de versos que te consuelan atravesándote la yugular del alma con un mordisco limpio de vampiro bueno, y te alteran, y te acompañan, y están vivos, y te son fieles, y hablan claro del mundo y sus aledaños. Y con ese su desplegarse de forma clara y verdadera te hipnotizan de realidad objetiva y de biografía personalísima, fundiendo en un mismo crisol el himno y la elegía, la celebración y el desapego. Y, sobre todo, tienen una virtud que nunca falla en la obra de Luis Felipe Comendador: jamás aburren al lector, que queda atrapado desde el primer verso hasta el último en la red que ha tejido con sabio desparpajo el autor para mantenernos atentos y hacernos partícipes de sus soledades sonoras y silencios aventureros.
Por todo ello, me gusta compartir con mi querido plantígrado Comendador su nueva entrega bibliográfica. No es la primera vez que lo hago y ojalá no sea la última. No olviden nunca que la especie de los Comendadores es escasa, pero sigue en activo. Gracias sean dadas a los dioses olímpicos por seguir permitiéndolo desde arriba y por bendecir a nuestro amigo con los dones que hacen de su poesía una fiesta inolvidable. De una fiesta a la que, como decía Hesíodo, tienen acceso los nobles sin haber sido invitados, como dicta la cortesía de los tiempos heroicos, tan presente en la forma de concebir el mundo por parte de personas de la enorme valía poética, intelectual y humana de Luis Felipe Comendador.
Madrid, 30 de septiembre de 2021”
Pues eso.
Me encantaría leer ese libro. Se puede comprar ya?
ResponderEliminarLuis Alberto de Cuenca es un genio y me fio de lo que él dice.
Un abrazo y enhorabuena.
Gracias
EliminarPero si tienes publicados más de 10 libros y yo sin saberlo...
ResponderEliminarHola Luis Felipe, donde se puede comprar el poemario? Vivo en Madrid. Gracias por tus escritos
ResponderEliminarGuillermo, estará en librerías en enero. Un abrazo.
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