Una sombra en invierno es más que sombra, viejo, porque lleva frío. Ayer pensaba en los críos de los cerros sonriendo y sin nada que llevarse a la boca, pero felices de existir cada día... son la sal de lo injusto, la sal que se mete en la herida y escuece. La verdad es que estoy muy cansado, viejo F, harto de tramitar facturas y llamar a deudores con temor, de ir al banco para salvar los muebles cada día, de intentar arreglar algo y estropearlo todo... muy cansado... y esta chistera antigua con la que invento cosas ya casi no sirve para traerme algo de calma por las noches... que hasta me hace sentir tahúr por momentos. Y es que nada acompaña, viejo. Todo crece torcido y envuelto en el asqueroso papel moneda para hacernos esclavos de su poder sobado... y, además, donde debiera estar la justa salvación, solo crecen malos rollos de ingratitud y de dudas... sí, viejo, ingratitud y dudas capaces de deshacerle a uno por dentro. Cuando me encuentro así, suelo recurrir a Brodsky, y
Bitácora de Luis Felipe Comendador