Una sombra en invierno es más que sombra, viejo, porque lleva frío.
Ayer pensaba en los críos de los cerros sonriendo y sin nada que llevarse a la boca, pero felices de existir cada día... son la sal de lo injusto, la sal que se mete en la herida y escuece. La verdad es que estoy muy cansado, viejo F, harto de tramitar facturas y llamar a deudores con temor, de ir al banco para salvar los muebles cada día, de intentar arreglar algo y estropearlo todo... muy cansado... y esta chistera antigua con la que invento cosas ya casi no sirve para traerme algo de calma por las noches... que hasta me hace sentir tahúr por momentos.
Y es que nada acompaña, viejo. Todo crece torcido y envuelto en el asqueroso papel moneda para hacernos esclavos de su poder sobado... y, además, donde debiera estar la justa salvación, solo crecen malos rollos de ingratitud y de dudas... sí, viejo, ingratitud y dudas capaces de deshacerle a uno por dentro.
Cuando me encuentro así, suelo recurrir a Brodsky, y en él encuentro respuestas a muchos de mis fracasos... En su poema “A Eugenio” decía: “Es aburrido vivir, querido Eugenio. Dondequiera que vas la estupidez y la crueldad te siguen. Me da pereza encerrar eso en versos.”.... y comprendo enseguida que también de eso está hecha mi pereza, mi pereza y el charco que tengo en la cabeza.
Habrá que ponerlo al sol para que seque. Vamos a tomarnos unas cervezas, anda, que estoy por plantar esta dieta tonta.
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