Me llenaron la taza con el café negro mientras pensaba en mi destino de mañana… hielo en un vaso y dos azucarillos, pues quizás no haya risas ni cantos de victoria, ni siquiera un pañuelo de algodón para enjugar las lágrimas… y abrí la cartera para pagar y todo cayó al suelo por mi torpeza natural… el documento de identidad con esa cara de delincuente consumado que le pongo siempre a los fotomatones, la tarjetita naranja de Alcer con la que aseguro a cualquiera que he donado mis órganos, el antiguo carnet de desplazado a Tanzania en calidad de humanitarian aid officer con fecha de 1999, mi antiguo carnet de alumno de Biológicas en la Universidad de Salamanca, el carnet de colaborador con la enseñanza [una pieza roja y blanca que me ha procurado varias entradas gratis en diversos museos], mi antigua acreditación como miembro de WWF, la tarjeta de donante de sangre [hace ya demasiado tiempo que no suelto esas gotas rojitas], un par de tarjetas Visa caducadas, una foto con mi viejo y fall