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Mostrando entradas de marzo 27, 2022

RAP PARA MARIO

RAP PARA MARIO No sé cómo explicarte lo que siento Ahora que estoy de lleno en mi descenso Y esto se acaba, Yo sé que esto se acaba Y no quiero marcharme dejándote una nada. Rapeo por si acaso no te gusta Leerte en mi diario y si te asusta Que en versos ajustados a la norma Tengas que conocerme. De esta forma, Que es más de calle trece que la mía, Voy a contarte, Mario, lo que un día Hiciste de este tipo desastrado, A veces caprichoso y a veces desbordado: Yo era feliz sin más, o eso creía, Dejándome llevar por la poesía, Sabiendo que era falso casi todo Y riéndome, sin más. Era mi modo Jugar a ser bufón y, entre los popes, Decir las cosas claras. Hubo golpes, Que todo hay que decirlo, golpes bajos, Que supe digerir. En mis legajos De aquellos tiempos quedaron escritos Palabra por palabra y muchos gritos. También triunfé, que no todo fue malo Y di algún que otro palo.   ¡Que bueno!   Pasados unos años, Jugando a ser oveja en el rebaño, Dejé una vida hecha, o eso creía, Hijos, un curro
Le hablé con cierto desprecio, lo admito, de la joven poesía y se enfadó. Él, que nunca se había enfadado conmigo, se enfadó porque le dije que no tenían raíz y no dejaban poso con esas patochadas cortadas intentando simular versos o con esa modernez absurda de la micropoesía (pero si eso ya estaba inventado desde el Marcial epigramático o el mismísimo Meleagro). Un infierno sin llama siquiera es la poesía joven, le dije. Se enfadó y me dijo que debiera leer con más atención a los jóvenes, que yo también fui joven y escribía, y que no lo hacía mal. Y me dio rabia no contestarle, porque no le contesté… Es verdad que yo escribía mucho con dieciocho o veinte años, y creía entonces que lo hacía de forma más o menos aceptable hasta que publiqué mi primer libro con cuarenta y cinco tacos, un primer libro que me dejó preñadito de vergüenza ajena, mi mayor error literario, pero con un enorme resultado positivo, ya que la vergüenza me llevó a formarme con hambre, a leer con verdadera pasión tod

DÍAS DE HOSPITAL

Tener que pasar por un hospital a/por lo que sea es una experiencia agotadora que te detrae del tedío diario como un golpe en el mentón… Los nervios del viaje a medianoche, que son como un vértigo constante, la entrada que acojona al monstruo de hormigón empastichado de enormes letreros luminosos… UNIDAD DEL CANCER, URGENCIAS, MEDICINA NUCLEAR, DIÁLISIS… Y ese darte de alta hospitalaria… Luego el maravilloso igualarse por abajo en el desnudo y la bata hospitalaria que te deja suponiendo un pequeño holocuasto resumido en un ‘quedo en sus manos’ que se ajusta entre cierta fe y un miedo inexpresable. Medio afiambardo, te retiran los lazos familiares y te llevan a una soledad de seres superiores que hablan otro lenguaje que no entiendes… Fe y un miedo inexpresable, ya te digo. Y llega el tiempo de la espera (desesperante, exasperante)… Hora tras hora sin noticias junto a otros ‘sin noticias’ que poco a poco anulan la distancia, creando una pequeña comunidad que empieza con miradas y sonris