Ir al contenido principal

John Keats


Llamada de Morante con promesa de visita en las fechas navideñas –¡¡¡Albricias!!!– y con el comentario de que Miguel d’Ors anda molesto conmigo porque no ha salido su libro «Virutas de taller», que era una edición de la colección «4 Estaciones» dirigida por Lara Cantizani y perteneciente al ayuntamiento de Lucena.
Por dejar aclarado el asunto, apunto en estas páginas mi visión de la jugada:
1. Se me encarga como impresor –por llamada directa de Lara– la edición de ese libro hace aproximadamente un año y medio, circunstancia que le comunico a Antonio Garrido con el fin de que atienda a la maquetación hasta arte final del mismo –yo apenas estoy en el asunto, pues mis labores en la imprenta son otras.
2. El libro se maqueta a partir de un original enviado directamente por Miguel d’Ors a Lara en un documento word que no resulta compatible con el sistema operativo de Mac, que es el que utilizamos en la imprenta, perdiéndose en el tratamiento tipográfico realizado por el autor todas las cursivas y algunos signos específicos. Se anota que no se nos envía prueba de papel, por lo que nos resulta imposible cotejar con un original.
3. Se le envían primeras pruebas a Lara comentándole la incidencia y Lara se las pasa a Miguel.
Ya en esa fecha Lara me comenta que probablemente no haya fondos a corto plazo para ese libro, a lo que yo le respondo que no hay problema, que me puedo adaptar a sus condiciones, que realizamos la tirada de edición y ya se arbitrará la forma de pago como sea.
4. Se reciben primeras correcciones de Miguel con comentarios algo fuera de tono al margen de algunas páginas –sí comentamos en la imprenta al leer sus notas que el tipo es un maleducado–, sugiriendo que Antonio le ha cambiado con intención palabras de su texto original y adjuntando unos dibujos en línea para sumar a la maqueta, lo que trastoca el trabajo ya realizado y hay que comenzar de nuevo.
5. Se envían varias pruebas más con correcciones y cambios indicados por Miguel, recibiendo siempre sus nuevas correcciones con palabras contra el maquetador –quizás suponía que era yo y que mi voluntad andaba por los caminos de que su libro saliera mal, pero repito que no he tocado jamás la maqueta, pues era un trabajo de Antonio Garrido.
6. Después de un montón de meses con el trabajo realizado y con un montón de pruebas enviadas al autor, recibo una llamada de Lara para indicarme que se retira el título de edición por razones que debe explicar él, que yo no las conozco. A partir de esta situación nueva, sólo puedo decir que el perjuicio fundamental lo sufre mi empresa, que no puede realizar un trabajo en el que ya se han echado un montón de horas, y todo sin haber hecho más que lo que se nos indicaba por el cliente –dejo claro que no mezclo mi trabajo con mis aficiones, con mis filias y con mis fobias.

Y ahora me cuenta José Luis que Miguel está cabreadísimo conmigo(?) y que me pone a parir por una carta que le remite –a mí nunca me ha escrito ni me ha llamado Miguel con referencia a este asunto–, cargando sobre mis hombros el que no salga su libro en «4 Estaciones».

Yo, sinceramente, a Miguel le he respetado siempre como poeta y como crítico, es más, he llegado a sentir admiración por él. Su ideario político me la trae floja y su forma de ver la vida y vivirla, pues también. Lo que sí me preocupa es que me utilice como culpable absurdo de un asunto en el que no tengo nada que ver. Su problema será, en todo caso, con el ayuntamiento de Lucena y con Lara Cantizani, editor y director de la colección en la que iba a salir su texto editado.
Mi relación en este asunto ha sido directa con Lara, y también cordial, como siempre y como corresponde a dos personas que se consideran atadas por la amistad.
Los problemas entre autor y editor deben resolverlos entre ellos de forma amistosa o en los tribunales, y los problemas entre la imprenta y el editor deben seguir el mismo cauce –en este caso han bastado unas palabras para saldarlo todo con un «no pasa nada, colega».
Así las cosas, sólo me queda decirle a Miguel que me olvide, que me borre de sus listas y que haga que sus amigos literarios también me borren, coño, que yo voy por libre y a mi bola... y que se deje de alucinaciones, de fantasmas y de monstruos/menstruos, que yo estoy en mi empresa para trabajar y ganar dinero con mi trabajo y no para aguantar payasadas absurdas de tipos con fijaciones extrañas.
¡Ah!, y prometo comprar el jodido libro cuando lo edite alguien, aunque sea para no leerlo.
(22:09 horas) Llevo tres semanas con internet jodido y me siento tecnológicamente herido de gravedad, como ahogándome en un silencio muy distinto al que estoy acostumbrado. Tal circunstancia me ha hecho perder la comunicación con mis colegas y la conexión con las cosas que suceden en el mundo. Lo bueno es que este silencio me ha dejado tiempo de escritura y de lectura, por lo que, si no dura mucho la avería, podré decir que no ha estado mal.

Comentarios

Publicar un comentario

Por favor, no hables de mí... si acaso, hazlo de ti mismo...

Entradas populares de este blog

Al Canfrán a varear fideos...

Debe ser de cuando te mandaban “al Canfrán a varear fideos” o incluso de aquella mar salada de los ‘mecachis’... el caso es que siempre llevo puesto algo de casa [que es como decir algo de antes] en la jodida cabeza... y nado entre una pasión libidinosa por decir lo que me dé la gana y un quererme quedar en lo que era, que es lo que siempre ha sido... pero todo termina como un apresto en las caras, mientras el hombre de verdad dormita entre una sensación de miedo y otra de codicia... ¡brup!... lo siento, es el estómago que anda chungo... y tengo ideología, claro, muy marcada, y la jodida a veces no me deja ver bien, incluso consigue que me ofusque y me sienta perseguido... a veces hago listas de lo que no me gusta y de los que no me gustan... para qué, me digo luego, y las rompo... si al final todo quedará en lo plano y en lo negro, o en lo que sea, que al fin y al cabo será exactamente lo mismo... es por eso que hay días en los que me arrepiento de algunas cosas que he hecho, casi t

Los túneles perdidos del Palacio Ducal bejarano.

Torreón del Palacio Ducal con el hundimiento abajo. De chiquitillo, cuando salía de mis clases en el colegio Salesiano, perdía un buen ratito, antes de ir a mi casa, en los alrededores del Palacio Ducal bejarano. Entre los críos corrían mil historias de pasadizos subterráneos que daban salida de urgencia desde el palacio a distintos puntos de la ciudad y nos agrupábamos ante algunas oquedades de los muros que daban base a los torreones para fabular e incluso para ver cómo algún atrevido se metía uno o dos metros en aquella oscuridad tenebrosa y estrecha. Ayer, en mi curioso pasar y por esa metichería que siempre tenemos los que llevamos el prurito de la escritura, escuché durante el café de la mañana que se había producido un hundimiento al lado de uno de los torreones del Palacio Ducal y corrí a pillar mi cámara y me acerqué hasta el lugar. Allí, bajo el torreón en el que se ha instalado una cámara oscura hace un par de meses, había unas protecciones frugales que rodeaban un aguj