Ir al contenido principal

La imaginación necesita visionarios. Pagaría bien.

Es curioso cómo nuestra imaginación resulta ser siempre mucho más pacata y corta que la realidad que nos espera. Tendemos a marcar el tiempo imaginativo con la calidad real de nuestra corta existencia y sumarle un poco más, sólo un poquito más… No tenemos en cuenta el maremagnum de generaciones y locuras que nos han ‘hecho’ hombres modernos y dominadores del escaso medio que pisamos, la cantidad de muertes y vidas pasadas en un multicolor tragicómico, las enconadas ideas absurdas llevadas a su máximo, la estupidez de grupo y la preclara inteligencia de contados individuos. El hombre mata al hombre, viola al hombre, engaña al hombre, sojuzga al hombre, juega con el hombre… y de ello va resultando un avance increíble que aclara a pocos y aliena a casi todos.
Y seremos otra vez la gloria, y volveremos a ser decadentes, y volveremos a pasar miseria, y cercenaremos otra vez cada uno de nuestros miembros, y oleremos la sangre y la carne quemada otra vez, y haremos algo mágico de nuevo, y sabremos de la revolución en la calle otra vez, y lo perderemos todo y ganaremos más, y haremos el mejor arte otra vez… y el peor, y destruiremos nuestra civilización y nacerán otras… y no habrá pasado nada, porque respondemos a ciclos y somos una especie capaz de lo mejor y de lo peor.
Nuestra imaginación peca de escasez pues solo imagina multiplicar, sumar o restar, como mucho, lo que ya tenemos… y hay otras posibilidades, muchas otras que nos negamos a imaginar por ‘imposibles’.
Amigos, si es posible la vida, la imaginación debe contar con márgenes infinitos… y hay que andarlos.
(12:49 horas) Me preocupa lo no dicho, lo que no he dicho o escrito por olvido, temor, vergüenza o tiempo. Es mi fundamental razón de ser esa falta expresiva que considero colmatadora. Y mi problema mayor es de orden. Olvido ‘decir’ porque no sé moverme de una forma ordenada en todos los aspectos de mi vida y quisiera ser como el músico que escribe sobre una pauta rígida todo lo necesario para componer su mundo de sensaciones, pero tal uso no me ha sido dado y tengo que conformarme con un caótico picoteo que se deja silencios [palabras no dichas] en el camino.
Debo escribir [decir] de lo que vivo de manera sensible [este aspecto es el más generoso conmigo y en el que me dejo menos palabras olvidadas], de lo que observo con frialdad de notario [aquí acumulo olvidos que siempre son debidos a mi endémica falta de memoria, olvidos que me joden hasta el punto de tenerme apretando durante horas para recuperar una impresión que tuve hace minutos], debo escribir de lo que supongo y de lo que quiero [a veces me silencio en este aspecto, pues tengo bien probado que me equivoco tanto, que el tiempo quita razón a mis palabras y yo me quedo al pairo, un pairo que me duele y me tortura], debo escribir de lo que sé de otros [circunstancia difícil y en sumo grado delicada, aunque muy necesaria si ese conocimiento afecta a mucha gente, como suele ser el caso].
El oficio autoimpuesto me lleva muchas horas, demasiadas, si se miran desde la óptica familiar, pues robo tiempo a mis hijos y a mi mujer para anotar mi paso, pero a mí me completa y en esto soy altamente egoísta [yo sé que me comprenden y aguantan el tirón sin ponerme más límites que los que ponga yo], circunstancia que me jode un montón cuando tomo conciencia [consciencia] de que no lo hago bien ni con un orden claro.
Llevo también la cuenta de pequeños secretos que un día explicarán mucho de lo que ha sucedido en los últimos años y en múltiples aspectos literarios, sociales y económicos [también en los políticos], un listado completo de traiciones pequeñas y el añadido [‘addenda’] de tipos especiales que han hecho cosas grandes desde el anonimato [no quieren que se sepa].
Entiendo que en ‘decir’ está la clave del tiempo en que vivimos… pronunciarlo es preciso, y hacerlo como una oración civil y profana es obligación y meta.
De Tontopoemas ©...

Comentarios

Entradas populares de este blog

Al Canfrán a varear fideos...

Debe ser de cuando te mandaban “al Canfrán a varear fideos” o incluso de aquella mar salada de los ‘mecachis’... el caso es que siempre llevo puesto algo de casa [que es como decir algo de antes] en la jodida cabeza... y nado entre una pasión libidinosa por decir lo que me dé la gana y un quererme quedar en lo que era, que es lo que siempre ha sido... pero todo termina como un apresto en las caras, mientras el hombre de verdad dormita entre una sensación de miedo y otra de codicia... ¡brup!... lo siento, es el estómago que anda chungo... y tengo ideología, claro, muy marcada, y la jodida a veces no me deja ver bien, incluso consigue que me ofusque y me sienta perseguido... a veces hago listas de lo que no me gusta y de los que no me gustan... para qué, me digo luego, y las rompo... si al final todo quedará en lo plano y en lo negro, o en lo que sea, que al fin y al cabo será exactamente lo mismo... es por eso que hay días en los que me arrepiento de algunas cosas que he hecho, casi t

Los túneles perdidos del Palacio Ducal bejarano.

Torreón del Palacio Ducal con el hundimiento abajo. De chiquitillo, cuando salía de mis clases en el colegio Salesiano, perdía un buen ratito, antes de ir a mi casa, en los alrededores del Palacio Ducal bejarano. Entre los críos corrían mil historias de pasadizos subterráneos que daban salida de urgencia desde el palacio a distintos puntos de la ciudad y nos agrupábamos ante algunas oquedades de los muros que daban base a los torreones para fabular e incluso para ver cómo algún atrevido se metía uno o dos metros en aquella oscuridad tenebrosa y estrecha. Ayer, en mi curioso pasar y por esa metichería que siempre tenemos los que llevamos el prurito de la escritura, escuché durante el café de la mañana que se había producido un hundimiento al lado de uno de los torreones del Palacio Ducal y corrí a pillar mi cámara y me acerqué hasta el lugar. Allí, bajo el torreón en el que se ha instalado una cámara oscura hace un par de meses, había unas protecciones frugales que rodeaban un aguj