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Proselitas.

Como una película de Jacques Tati con música, por ejemplo, de Eric Satie, ha sido mi tarde noche con Guillermito. El chaval empeñado en asistir a la última entrega de “La hora feliz” del colectivo evangélico bejarano –tan bien liderada por la familia Vaquero y su gente afín–. Su empeño fue obligación para mí, igual que otros veranos, y me comí la hora y media de proselitismo juguetón de medio tono.
Antes de seguir debo explicar que me encanta esa gente, su fuerza y el ardor luminoso que ponen en todo lo que hacen, el valor de bondad –que imagino que también será máscara– y el empeño feligrés.
Lo que me molesta un poquito es que ‘ataquen’ –no sé si este término es el más adecuado– por la debilidad infantil, que intenten vender ideología religiosa por la facilidad del regalo y la puerta de la risa.
En fin… no me parece un gran problema… y más si se compara con la milonga diaria de la Iglesia Católica, pues estos tipos me parecen mucho mejores, más dispuestos a currarse en la calle sus convicciones y a mostrarlas con cierta desnudez. Es más, Andrés me parece un tipo magnífico y le considero una gran persona y con bastante altura moral.
El caso es que atendí al juego proselitista con cierta atención y me gustaría hacer un comentario que arañó mi razón por un buen rato.
La cosa iba de un tal Darío [rey] y de un tal Daniel [fervoroso y rezón]… y de unos tipos que odiaban al tal Daniel y propiciaron que fuera echado a los leones por rezar a su dios [hasta aquí la cosa va de humanos, a lo que se puede imaginar]. El caso es que cuando el rezón se planta ante los hambrientos felinos, baja un ángel y les deja pegadas sus fauces [esto ya va teniendo cierta tela divina]. Pues bien, hecho el milagro angelero, el rey Darío cae en la cuenta de quién era el bueno [el rezón] y quiénes los malos [los que propiciaron la cosa leonera] y se pilla tal cabreo que ordena que los jodidos malos sean echados a los leones [yo creo que lo hizo el hombrito por curiosidad… a ver qué pasaba]. Oye, y que los leones se merendaron a toda aquella malería… Ahí fue donde me quedé lívido. Solté mi cigarrito Chester en el acto y me puse de pie [estaba sentado en el suelo]… ¿Pero cómo puede un dios ser así, coño? ¿Qué estamos hablando de un dios omnipotente y magnánimo? Con lo jodido que es que te merienden unos leones… oye, y hasta desagradable.
Al crío le regalaron unas pinturinas y pudimos irnos a cenar. Él no cayó en la cuenta y yo estoy jodido.
Y antes de todo esto, en la horina del café, Pedrito se nos mostró algo exotérico y a mí me dio un reflux de risa. Mira que es mayor el tío y anda en esas cosas, pero le quiero, coño.
De LECTORAS

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