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Ahora sí hay qué robar y a quién robar.

Ahora sí hay qué robar y a quién robar.
Las tropas regresan con su botín seguro
y hasta están bien pagadas sus horas de trinchera
aunque no sientan, como entonces,
el crujir de los huesos contra las bayonetas.

Sí hay a quién robar,
y lo sabe la mujer que trafica en el mercado
con su bolsa repleta de absurdos sucedáneos,
lo sabe la polaca en su esquina
y el muchacho que reordena sus cromos
junto al tullido del kiosko
y valora algún trueque que complete su nada
en un librito quebrado de adhesivo.

Hasta se roban versos en este tiempo ronco
–yo ahora acabo de hacerlo y sin sonrojo–
tendido a contrapelo
en el que la conciencia no alcanza ni siquiera
el valor de una moneda de metal
o de una brizna de esa sal que completa las comidas
o las hunde.

Lo peor del asunto es que ante tal mercado,
ingente, fabuloso,
robamos, desgraciados, a los más despreciables
y a los menos sensatos…
y dejamos lo que es más valioso
al aire de la tarde, sin atinar siquiera
a plantearnos, lelos, ese robo del siglo
que nos queda a la mano.

Pudiendo escribir los versos
más tristes esta noche,
preferiste un peluco de imitación
o un paquete de chicles
con sabor a cerezas.

Ahora sí hay qué robar y a quién robar,
pero, tristemente, no hay criterio.

© Luis Felipe Comendador
De FUMADORAS

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