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Cuando sabes lo que necesitas....


Cuando, de pronto, descubres un día que sabes exactamente lo que necesitas, entras en barrena, porque a la vez percibes que en ese conocimiento hay contenida una tragedia inconmesurable que radica en la sensación [casi siempre realidad] de habitar en el punto de no retorno. Cuando eso sucede, cuando sabes lo que necesitas, percibes a la vez que no habrá correspondencia de los seres y de las cosas hacia tu certeza y, por tanto, sabrás a la vez que no serás capaz de alcanzar satisfacción para tu necesidad.
Es la historia del hombre… un camino de dones no apreciados y un monton de trochas abyacentes llenas de falta e insatisfacción.
Quizás mi tristeza inagotable radique en que ya sé lo que necesito, sé dónde está y cómo llegar hasta ello… y sé también que circunstancialmente es imposible hacerlo. En mi camino he ido tomando elecciones y decidiendo descartes, he aprendido a estar en el medio que me he creado y a gestionarlo con respuestas acomodadas y cómodas… pero también he ido acumulando preguntas que van encontrando ahora su salida inútil, una salida que me frustra y me deprime. Me he ido cerrando la vida con vínculos hacia cada persona y cada cosa que se ha rozado con ella, he armado una estrategia que me permitiera seguir dentro de unos cánones con voluntad de futuro y solo he conseguido acorralarme, ponerme muros insalvables que cada día hacen mucho más estrecho mi espacio y no me permiten ni siquiera soñar con un pequeño cambio que me proporcione un hálito de esperanza. Variar ahora en medio grado el rumbo de mi vida daría al traste con todo… decidir simplemente que quiero echarle dos horas diarias más a la escritura rompería mi jaula de cristal y todo se caería como una torre de naipes [y necesito escribir dos horas más cada día, lo necesito intensamente, pero ya no tengo de dónde sacarlas].
En todo caso, sí que puedo decir que me gustaría cambiar de trabajo [el que tengo me agota y me atormenta… me vacía y me elimina], que me gustaría tener tiempo para pintar y para escuchar la música que me embruja, que me fascinaría hacer los cuatro viajes que tengo pendientes desde la adolescencia, que me agradaría mucho no ser el centro de nada ni el acumulador de las responsabilidades ajenas, que quiero tiempo para leer [lo necesito], que me muero por disfrutar de mucha más soledad de la que ya tengo, que necesito pensar con tranquilidad [sin que nadie me perturbe], que preciso tiempo para atender a mi gente como yo quiero atenderla, que me encantaría desaparecer solo con cerrar los ojos y justo hasta que decidiera abrirlos…
Ya es imposible… la vorágine que yo he propiciado me ha traído hasta aquí y solo me queda pasar con ella y en ella o decidir un final que se me antoja imposible también.
Me estoy convirtiendo en un hombre asocial, y eso quizás sea lo único bueno que me sucede ahora.
Esperaré a ver si voy soportando lo que me viene con sonrisas forzadas, intentaré aguantar el tirón con la esperanza de que aún existe algo que yo no he sabido descubrir, seguiré macerándome en esta mierda que me deja el carácter avinagrado y la potencialidad vacía para ver, aunque sea, hasta dónde es capaz de llegar la degradación… porque quizás tampoco sea para tanto.
(12:55 horas) Me llega mail de un amigo extranjero felicitándome [con cierto retraso] por la obtención del Premio Nacional de Poesía 2003 (?). Y debe haber algún error corriendo por la red, ya que solo fui finalista en aquel evento galardoneador, lo que me acercó a uno de los escalones más altos del extraño cielo de los hombres y me hizo sentir algo más narciso de lo normal. Dejo noticia de ‘Europa Sur’ fechada el 09/10/2003 para que no existan confusiones, que me jode un puntito.

“Julia Uceda obtiene el Premio Nacional de Poesía

Portada
09/10/2003
Europa Sur

Julia Uceda, sevillana de 77 años, es la ganadora del Premio Nacional Poesía, concedido anualmente por el Ministerio de Cultura y dotado con 15.025 euros. La veterana y poco conocida poetisa se hizo acreedora al galardón por ‘En el viento, hacia el mar’, una antología que incluye poemas escritos a lo largo de más de cuatro décadas por esta poetisa poco menos que 'secreta' y dedicada profesionalmente a la docencia. El jurado que la premió lo consideró como la mejor colección de poemas publicada a lo largo del pasado año.

La candidatura de Julia Uceda se impuso a las de Francisco Ruiz Noguera, Joan Margarit y Luis Felipe Comendador. Ruiz Noguera aspiraba al galardón con el poemario ‘El oro de los sueños’, Margarit con ‘Joana’ , y Comendador con ‘Travelling’.”

Gracias de todas formas, amigo Frank.
(16:46 horas) Es muy fácil escribir de lo que uno sabe escribir y absolutamente difícil hacerlo de lo que uno quiere escribir [se lo leí alguna vez a Alejandra Pizarnik]. Absolutamente cierto. Cuando no me sale la escritura que quiero, termino escribiendo sobre mí, y eso sucede casi siempre… quizás por ello en los últimos años adoro el género diarístico como material de escritura [también de lectura, quizás para intentar sentir lo que sintieron otros en mis circunstancias], lo que quizás muestre la magnitud de mi derrota en la escritura.
(18:23 horas) El mundo se desplaza lentamente a mis espaldas y está lleno de hombres solitarios en busca de ayuda, hombres dispuestos a hacer lo que les pidas a cambio de unas palabras amables, de una sonrisa, de una mirada o de que escuches lo que te quieren decir.

Hoy, a la hora del café, un anciano de muy buen parecer al que llevaba viendo por el local durante meses, se acercó a mí y le dijo al camarero que no me cobrara, que me invitaba él. Yo intenté no aceptar la invitación, pero el hombre insistió y me dejé. A cambio del café, me pedía con los ojos que le escuchara durante un ratito, y lo hice de buena gana. Su cara se mostró alegre de pronto, mientras se arrancaba con que tenía un hijo catedrático en Jaén [morcilleando con eso de que el euro es un fiasco para la economía de los españoles], contándome que tuvo un automóvil Saab que pertenició a un diplomático suizo, que corrió en el circuito del Jarama en los años sesenta con un Renault Alpine y que le quiso fichar la casa “Hispano/Suiza” para que corriera un rallye entre Francia e Italia, que vivió muchos años en New York… y así hasta que notó que debía irme, punto en el que reaccionó con absoluta naturalidad y me despidió con mucha educación y lleno de agradecimiento.
¿Terminaré siendo yo un hombre así?
Esta situación me ha traído a la memoria, no sé por qué, un poema de Raymond Carver, que busco en mi biblioteca y anoto aquí:

EL DON DE LA TERNURA

Tarde en la noche. Comenzó a nevar.
Los copos húmedos caían
más allá del cristal de las ventanas,
difuminando el aire frío
ocultaban el resplandor de la ciudad.
Miramos la tormenta
sorprendidos, felices, satisfechos
de estar allí y no en otro sitio.
Puse un leño en la chimenea,
me pediste que regulara el tiro.
Nos metimos en la cama.
Cerré mis ojos, de inmediato,
pero,
por razones que desconozco,
antes de dormirme
el aeropuerto de Buenos Aires
atravesó mi memoria.
Recordé aquella tarde,
la temprana oscuridad, las sombras.
Reconstruí la escena:
regresé a ese paisaje desolado
donde flotaba un silencio sepulcral
interrumpido únicamente por el rugido
de las turbinas del avión que rodaba
lentamente bajo el granizo,
tan fino que lo confundimos con nieve.
En las ventanas de los edificios no había luz.
Un lugar realmente solitario.
Sólo pasillos abandonados, hangares vacíos.
No vimos a una sola persona.
“Es como si todo estuviera de luto”,
fue tu comentario.

Abrí mis ojos.
El ritmo de tu respiración
me dijo que estabas profundamente dormida.
Te rodeé el cuerpo con uno de mis brazos.
Mis evocaciones
me trasladaron de la Argentina
a un apartamento en el que pasé
un tiempo de mi vida, en Palo Alto.
No nieva en esa ciudad,
pero el apartamento disponía
de un amplio ventanal desde donde
podríamos haber mirado por horas
la autopista que rodea la bahía.
La nevera estaba al lado de la cama.
Las noches calurosas, sofocantes,
cuando me despertaba con la garganta seca
sólo tenía que estirar el brazo, abrir la puerta
y dejarme guiar por la luz interior
hasta el botellón con agua fría.
En el baño, un pequeño calentador eléctrico
descansaba cerca del lavabo.
Todas las mañanas, mientras me afeitaba,
calentaba agua en una vieja sartén;
el frasco de café instantáneo,
siempre a mano, en el botiquín.

Un mañana me senté en la cama
vestido, recién afeitado,
bebiendo sorbos de café caliente
intentando olvidar planes,
proyectos, todas esas cosas
que había decidido realizar.
Finalmente marqué el número
de Jim Houston, que vive en Santa Cruz,
le pedí prestados 75 dólares.
Me contestó que estaba sin fondos.
Su mujer había viajado a México
por unos días y él ya no tenía dinero,
no llegaba a fin de mes.
“Está bien”, le dije. “Te entiendo.”
Y así era,
no necesité explicaciones.
Hablamos un poco más y cortamos.
Terminé el café cuando el avión
comenzaba a elevarse en mi recuerdo
y yo desde la ventanilla miraba
por última vez las luces de Buenos Aires.
Después cerré los ojos
iniciando el largo regreso.

Esta mañana hay nieve por todos lados.
Hablamos sobre la tormenta.
Me cuentas que no dormiste bien.
Te digo que yo tampoco.
Tuviste una noche terrible. “Yo también.”
Estamos tranquilos el uno con el otro,
nos asistimos tiernamente
como si comprendiéramos nuestro estado de ánimo,
las mutuas inseguridades.
Creemos adivinar los sentimientos del otro,
no podemos, por supuesto, nunca podremos.
No tiene importancia.
En realidad es la ternura lo que me interesa.
Ése es el don que me conmueve, que me sostiene,
esta mañana, igual que todas las mañanas.

(21:03 horas) Perplejo y confundido regreso de mi cena después de ver y oír el “¿Por qué no te callas?” espetado por el Rey Juan Carlos a Hugo Chávez… tan perplejo y confundido que decido hacerme algunas preguntas:
1. ¿Soy español?: Sí, coño, claro.
2. ¿Soy monárquico?: Ni de coña… ¡¡¡Viva la República!!! [en lógica, por ideología y en clave de modernidad, no hay manera de que trague con el concepto del poder por la genética].
3. ¿Aznar es un fascista?: Es indudable y a las pruebas me remito.
4. ¿Las grandes copañías españolas abusan en los países latinoamericanos?: El que piense que no, que aporte datos [me da que lo lleva crudo].
5. ¿Me gusta Hugo Chávez?: No. Su política populista es incendiaria y encierra diversos peligros individuales y sociales [pero cae bien por tener los cojones de oponerse a la bicha norteamericana y por llamar a algunos por su nombre].
6. ¿Y Daniel Ortega, Evo Morales…?: Me parecen hombres cabales de izquierda que defienden lo suyo con razón y con razones [leerse su historia, coño].

En resumen, que Chávez no mintió ni exageró [aunque no guardó las formas y no me cae bien el tipo], que ‘monsieur le roi’ debiera dedicarse a sus fincas y dejar que gobiernen los políticos votados en urnas [ganas tenía el hombre de pillar bañitos de masas… y los tendrá], que Aznar sigue siendo un fascista recalcitrante que cada día se parece más a Bocasecamán, que las grandes compañías petroleras españolas [y las no petroleras] se están llenando el bolsillo en países que aún deben empezar a encontrar sus vías de desarrollo para solventar los peligrosos índices de pobreza en los que bailan [y toda mi solidaridad y mi admiración para Ortega y Morales]… y que sigo siendo español a pesar de todo, un español perplejo y confundido, republicano y solo, tonto de baba casi, solitario…
¡País!
De FUMADORAS

Comentarios

  1. A mí también me interesa el género diarístico y epistolar. La razón es la que tú aportas: "quizás para intentar sentir lo que sintieron otros en mis circunstancias".

    Yo veo la vida como un camino sin asfaltar. Nos sueltan aquí y tenemos que aprender a trazar la línea de nuestra existencia. Por ello, es tan natural la atracción hacia el género biográfico y autobiográfico: para descubrir cómo aquellos artistas lidiaron con las mismas tribulaciones que ahora nos acucian.

    Siento haber llegado tarde al juego-experimento. Otra vez será.

    Mi abrazo.

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