Ir al contenido principal

La muerte no es fatal si la vida la completó.


Según el tonto entender del hombre, el pulso de la vida es creativo y el de la muerte es destructivo… y la tendencia de uso tiende a ser siempre separada, cuando la realidad incide directamente en la conjugación de ambas pulsiones. La muerte y la vida son el mismo azar y vibran en la misma cuerda. Por tanto la muerte no es fatal si la vida la completó, aunque sí inexorable, como no existiría una vida plena si no se coronase en la muerte. Así, muerte y vida son parte del mismo concepto, parte inseparable. Es por ello que debemos trabajar en compartir ambos estados tanto desde lo interior como de lo que nos viene de fuera.
Ayer completó su vida un buen amigo y un excelente compañero ideológico: Jorge Martínez Herreros, y lo hizo dejando el valor de la idea común como ejemplo practicable, como lucha del hombre imperfecto en aras de la superación y de la mejora, de la igualdad y de la justicia.
Sus pasos socialistas, independientemente de las formas distintas de apreciar la acción sobre el sistema humano, fueron encaminados a la búsqueda de un progreso necesario para el que siempre tuvo palabras y gestos preclaros. Yo aprendí de él el valor de la militancia activa y el sacrificio personal necesario para elevar el ideal a la calidad de praxis [junto a Jorge, me enseñaron también Miguel Miñana, Higinio Mirón, Ángel Calvo Meirama, Cipriano González y Ramón Hernández Garrido]. De ellos aprendí lo duro que puede volverse el compromiso social y lo empecinado que debe encenderse el carácter para aguantar los empujones y el dolor de las heridas.
Jorge luchó por su gente –nosotros– desde una ética intachable, manteniendo la sonrisa en los peores momentos y poniendo su fuerza más hermosa cuando había que sumar. Eso hace que una vida pueda verse completada y propicia que la muerte se haga tranquila a los demás.
Va mi saludo último y todo mi respeto al compañero socialista que ya habita en mi memoria especial, en la que guardo a los hombres capaces de intentar un mundo nuevo.


•••
No hay que ver la desaparición como una ruina sobre la que incorporarse, sino como un paso dado, un valioso paso que continuar desde el hombre hasta los hombres.
(17:27 horas) La tarde salió de locura por la luz que derrochaba el cielo y tal asunto pedía echarse la Nikon al hombro y dar un paseíto para cazar alguna toma.
Nada más salir de mi estudio me recorrió la sombra de una cigüeña volando sobre mí. Armé mi cámara y la perseguí en su vuelo hasta conseguir un resultado que me dejase satisfacción.
Después de la cosa capturera, me senté un ratito en el patio del palacio ducal bejarano para pensar con la sierra al fondo. Un anciana caminaba solitaria por la Plaza Mayor dejando una estela de tristeza en el lugar [también la cacé para mí] y me recordó a mi abuela Antonia en sus días de crisis más encendida por la falta injusta de su hombre, esperando cada día a que llegara la muerte, sin sonreír, sin hacer otro gesto que no fuera de rabia, sin perdonar [porque el perdón a veces es una claudicación].
Dos gitanillos fumaban y reían entre los soportales al amor del sol de la tarde, y su risa sonaba como una triste ironía de la vida.
Las cigüeñas dominaban el cielo con lentitud y elegancia.
En la tierra sobrevivíamos los hombres sin demasiada prisa.
El sol caía buscando ponerse.
Jo.

De FUMADORAS

Comentarios

  1. Hermosa necrológica.
    Hermoso texto.
    Y, en efecto, hay que aprender a sobrevivirse sin demasiada prisa.

    ResponderEliminar
  2. Me fui el 27 de Diciembre y hasta hoy ,11 de Enero de 2008,no he vuelto a tu diario, mi ordenador se ha colgado en este día y no se porque, nada ocurre por casualidad.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Por favor, no hables de mí... si acaso, hazlo de ti mismo...

Entradas populares de este blog

Al Canfrán a varear fideos...

Debe ser de cuando te mandaban “al Canfrán a varear fideos” o incluso de aquella mar salada de los ‘mecachis’... el caso es que siempre llevo puesto algo de casa [que es como decir algo de antes] en la jodida cabeza... y nado entre una pasión libidinosa por decir lo que me dé la gana y un quererme quedar en lo que era, que es lo que siempre ha sido... pero todo termina como un apresto en las caras, mientras el hombre de verdad dormita entre una sensación de miedo y otra de codicia... ¡brup!... lo siento, es el estómago que anda chungo... y tengo ideología, claro, muy marcada, y la jodida a veces no me deja ver bien, incluso consigue que me ofusque y me sienta perseguido... a veces hago listas de lo que no me gusta y de los que no me gustan... para qué, me digo luego, y las rompo... si al final todo quedará en lo plano y en lo negro, o en lo que sea, que al fin y al cabo será exactamente lo mismo... es por eso que hay días en los que me arrepiento de algunas cosas que he hecho, casi t

Los túneles perdidos del Palacio Ducal bejarano.

Torreón del Palacio Ducal con el hundimiento abajo. De chiquitillo, cuando salía de mis clases en el colegio Salesiano, perdía un buen ratito, antes de ir a mi casa, en los alrededores del Palacio Ducal bejarano. Entre los críos corrían mil historias de pasadizos subterráneos que daban salida de urgencia desde el palacio a distintos puntos de la ciudad y nos agrupábamos ante algunas oquedades de los muros que daban base a los torreones para fabular e incluso para ver cómo algún atrevido se metía uno o dos metros en aquella oscuridad tenebrosa y estrecha. Ayer, en mi curioso pasar y por esa metichería que siempre tenemos los que llevamos el prurito de la escritura, escuché durante el café de la mañana que se había producido un hundimiento al lado de uno de los torreones del Palacio Ducal y corrí a pillar mi cámara y me acerqué hasta el lugar. Allí, bajo el torreón en el que se ha instalado una cámara oscura hace un par de meses, había unas protecciones frugales que rodeaban un aguj