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Les dessous.


Llevo siempre latente en la parte posterior del cuello cierto virus ‘dessous’ que procede de aquellos días en los que mis padres vendían ropa interior femenina en el salón de nuestra casa [fajas de pata, sostenes armados, bragorrias blancas hasta el ombligo, medias trasparrosas y pantys Marie Claire]. De entonces me quedó un gusto icónico por las blondas, los corchetes, el algodón calado, los rellenos mullidos y los agujeros en las medias… recuerdo ahora un magnífico retrato de Laura Antonelli con una manzana entre las manos [llevaba una combinación, con la pechera negra y transparente, que mostraba unos pezones perfectos y erizados… y el cuerpo de la prenda se resolvía con un florilegio bordado en color crema que se ajustaba a las formas divinas de la musa… se remataba el conjunto con unas medias negras pilladas a la cintura por un liguero indescriptible… y el completo lo resolvía la mirada cándida de Laura]. Esa imagen icónica me proporcionó muchos días de sueños y humedad, y la guardé entre mis fotos viejas hasta encontrarla hoy en una horita de búsqueda frenética para retrotraerme a mis primeros gozos imaginados.
Ver de nuevo aquella locura de mujer –y más exactamente esa fotografía– me tenía profundamente excitado desde hace días. Ella, como imagen icónica, y un texto de Marcus Anguinis, subrayado por mi mano jovencita en su novela “La cruz invertida”, fueron los parámetros de mis primeras humedades… ellos y los catálogos de Belcor y Little Kiss, los de Marie Claire y los de Dusen… conformaron mi biblioteca erótica desde los doce años. Y con ellos me hice un hombre con manos útiles que aprendió a imaginar sin medida alguna y a soñar con cierta celebración bioquímica del mundo y toda su carne.
Luego vinieron las gozosas lecturas de Catulo y Ovidio, las cositas Ducasse, el mundo Buk, las tiradas Ferdinand y algunos ratinines Marcial [todo ello con paradiñas LIB en casa de Gerardo o aquella baraja porno del hermano de Riobó].


•••
El ‘¿Conoces el país donde florecen los naranjos?’, que cantaba en francés la Eglantina Charmat de Rubén Darío, es un lugar común, pero desconocido por demasiados hombres, perdidos en la prisa por obtener oxígeno –más del que necesitan para sobrevivir– o para gastar la vida intentando ahorrarla.
Yo voy algunas noches a ese país, y lo hago desquiciado por esta falta de libertad que se empeña en abrasarme, y camino sus veredas de troncos paralelos rematados en un verde de ojos que elimina. Allí conviven faunos con hermosas mujeres que danzan a su alcance –y no las tocan–, allí se perfuman los cuellos con olorosos aceites congelados en el cuerpo de peces, allí el saludo consiste en sonreír y pronunciar con gracia la palabra ‘doradoz’ para luego abrazarse hasta el éxtasis mismo. Lo más evanescente –y, por tanto, lo más valioso– que puede acumularse en aquel sitio es la voz ofrecida, y lo más necio que pueda imaginarse proviene de los vínculos –ya hace cientos de años que no se da ninguno–. Cuando me llego hasta aquellos parajes, camino lentamente y respiro hasta el fondo su exacta sensación de libertad… luego grito ‘doradoz’, y también lo susurro a todo el que se cruza en mi camino… después me abrazo a alguien, a cualquiera, y canto sin parar: ‘Connais-tu le pays oú fleurit l’oranger?’… hasta que me pierdo en el “je t'offrirai des perles de pluies venue de pays ou il ne pleut pas”… y entonces me pongo triste, y el país donde florecen los naranjos desaparece bajo mis pies, y vuelve el mundo gris de los hombres grises a reclamar su absurdo botín en mi cuerpo.
Sin querer me traje del viaje de anoche dos postales de sus bellas ruinas… os las dejo prestadas.


Comentarios

  1. ¿Los Lib del arcón de Teboris?
    Concha.

    ResponderEliminar
  2. ¡También estaba Brel!. Ayyy.
    Concha.

    ResponderEliminar
  3. http://www.youtube.com/watch?v=HJcBqfnK2UY&feature=related

    http://www.youtube.com/watch?v=ouPZRMbIbs4&feature=related

    http://www.youtube.com/watch?v=g4WnwYIOfSE

    (No sabía elegir. Dnc)

    ResponderEliminar

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