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Dejar a la muerte que entre con mansedumbre...


Día 9 de agosto de 2009
A veces me cruzo con ciertas personas y me da la sensación patente de que llevan la muerte encima… no sé por qué… pueden ser ancianos o jóvenes, mujeres o niños… me da esa impresión y basta… no sigo pistas ni me preocupo de si hay algo asociado a esa sensación. Solo la tengo…. y junto a ella siempre viene un cabreíto por no saber asumirnos. Me explico: ayer mi suegro hablaba de no sé quién que, con 82 años, sale a tomar vinos todos los días… y ponía el grito en el cielo porque eso le parecía una locura… ‘con 82 años tenía que estar recogido en casa y cuidarse’… esa actitud me crispa, oye, cerrar la vida que te queda en un ‘estar recogido en casa y cuidarse’ [claro, no dice que esa actitud trae consigo un alto régimen de esclavitud de quienes te rodean]… cuando uno va cumpliendo años y va quemando etapas, lo primero que hay que hacer es ‘alegrarse’ un montón por haber superado las medias de expectativa de vida de un hombre normal, y lo segundo es asumir que el cuerpo está gastado y que entra dentro de la norma el convivir con diversos dolorcillos diarios, y adaptarse con la sonrisa amplia y sin dar guerra, sin estar todo el puñetero día haciendo cola en la consulta del médico y disfrutando con inteligencia de todo el tiempo regalado [sin molestar a los demás, claro], sin llevar detrás a una recua de sirvientes que salten a tu primer suspiro. Y también hay que asumir la muerte, pues hacia ella se va con velocidad de crucero, y hacerlo con tranquilidad y sabiendo que se puede convivir cada día con el personal disfrutando del regalo de la vida… buscar y mantener amigos con los que charlar, tomar vinos [los que apetezcan, que, total, con 80 o 90 ya da igual lo que bebas] y echar partiditas por las tardes; pasear con los ojos dispuestos a admirarse, seguir alimentando las potencias que se tengan y mantenerse individual hasta que la cosa diga basta y olvidarse de ñoñerías y cuitas… fíjate, coño, ir al médico con noventa años para que te diga que tienes, yo qué sé, un cáncer de páncreas o una leucemia… qué importa ya, para qué saberlo y para qué buscarle un remedio que no admite más solución que el sufrimiento añadido por ese conocimiento y su tratamiento médico… es mejor ser aquel hombre primario de “Amanece que no es poco” que se sentaba en una piedra a esperar a que pasase el tiempo con felicidad de hombre primario.
Oye que no te duele nada, pues de puta madre… y que te duele algo, pues a qué andarlo pensando, será la muerte y habrá que dejarla entrar con mansedumbre, pero que te pille con un ‘chato’ de vinito peleón y una tapa de pepinillo con anchoas.

Día 10 de agosto de 2009
Por primera vez en muchos meses, he faltado esta mañana al trabajo por enfermedad, oye que me mareaba como un tontito y me caía hacia los lados… en casa ya hemos pillado esta gripe (?) Mª Ángeles, que fue quien la trajo la semana pasada hasta el domicilio familiar, Guillito [que esta mañana ha ido al médico y le han hecho pruebas para ver si la infección es vírica o bacteriana… ya nos avisarán] y yo, que estoy hecho un cacatúo… sudando, pero congelado; con dolor de cabeza constante y latente, vomitando de cuando en vez, sin poder comer na de na, tiraíto en el sofá, porque de pie se me va la perola y tomando paracetamol. Son ya dos noches seguidas sin dormir de corrido, con pesadillas extrañísimas… hoy estaba obsesionado con los nombres de las cosas… se me aparecían imágenes de gente conocida y yo les ponía un nombre… por ejemplo, ‘la mujer de las piernas cerradas’ o ‘santo varón uno con camisa roja’… los nombres cobraban vida y, automáticamente, se colocaban por orden alfabético en mi cama hasta llenarla y obligarme a poner mi cuerpo en un ladito para que cupiéramos todos, los nombres y yo… alguno de los nombrados se presentaba ante mí y me pedía explicaciones por el nombre que le había adjudicado, y yo me retraía y no quería contestar, sentía temor a su reacción… así toda la puta noche… y por más que intentaba olvidarme del asunto y abandonarme en el sueño, los nombres me perseguían…
La verdad es que no suelo acordarme nunca de mis sueños, pero el de anoche fue nítido. A las 7:40 a.m. me levanté envuelto en sudor y sentía latir cada uno de los nombres en el colchón… ‘gata que no tiene uñas’, ‘crápula con dientes de ajo’, ‘señorita desnuda con sombrero y foulard’, ‘tipo sin un huevo’, ‘camarero con tijeras’, ‘pobre uno pidiendo sentado’, ‘pobre dos sin dientes’… me duché apoyado en la pared de la ducha [todo daba vueltas a mi alrededor] y fui bajando poco a poco la temperatura del agua, lo que quizás consiguió que me bajase la fiebre y que me encontrase algo mejor… mi desnudo era absolutamente patético, sobre todo si antes se miraba el palor de mi rostro y mis ojos enrojecidos. Decidí vestirme e intentar acudir al trabajo, pero ya en la imprenta sentí cómo volvían los jodidos mareos a dejarme inhábil, así que volví a mi casa, a mi sofá y a cerrar los ojos un par de horas para intentar pasar el trago.
Ahora son las 3:30 p.m. y estoy en mi trabajo… me ha costado un montón venir, pero quiero intentar quedarme a trabajar para que el tiempo pase más rápido… creo que Claire también se ha pillado esta gripe tan moderna [vaya visita a España, jo].

Comentarios

  1. Dicen que los besos virtuales no contagian virus, eso dicen, hasta que se demuestre lo contrario. No me importaría dejarme contagiar si, con eso, también te arrebato esa forma de contar tannnn emocionante.

    Un beso grande, grande, de cabecera.

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