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Me seduce seducir.


Me seduce ver a una mujer fumar, ver a una mujer leer, ver a una mujer caminar delante de mí, ver a una mujer desnudándose frente a un espejo… me seducen demasiados asuntos de corte femenino mezclados con cierta cosa estética… pero lo que realmente me seduce es seducir, pero no a otra mirada [esa mirada real que se nos pone enfrente], ni en ese plano físico de la carne, sino en el lugar de la lectura, en el sitio de las ideas, en esa máquina desconocida capaz de capturar deseos sin que medien las alquimias de la bioquímica… seducir desde una retórica del simulacro, desde el juego de esconder y decir a la vez, desde la provocación a cada uno de los sentidos, desde una polisemia solo digna de quienes deseen entrar en mi juego de seducción, sugerir con intención de que se me odie o se me quiera [o ambas cosas], provocar el prodigio significativo de una palabra retorciéndolo, insinuar un enigma en cada frase y perderme en sus fauces con quien desee acompañarme… y para seducir, a veces me hago críptico y difícil, otra veces me quedo en lo blandito y sinuoso, en lo húmedo y mojado; algunas ocasiones me trastorno en preclaro o simplemente me desligo de la imaginación para ser la descripción cromática del ojo… unos días soy denso y otros nebuloso, unas tardes me florezco inseguro o me desfloro radical y contundente… me desnudo en imágenes o me visto despacio como una trapecista en su caravana, juego a designificar y consumirme, a descontextualizar y a caotizarlo todo, a exacerbar o desnecesitaros, y pornosensualizo o me erodisminuyo… y creo signos, signos constantes e inconstantes, contradictorios, signos secretos e incoherentes, signos banales, signos obscenos, signos vacíos y rellenados, signos paradigmáticos y falsos, signos de percepción y de no existencia… y siempre buscando provocar risa, ahogo, sudor, llanto, miel abajo, tristeza, lástima, pasión, encanto y desencanto.

Me sé débil y, sin embargo, me descalzo en esta sensación particular de grandeza que no va a parte alguna… y quizás por ello, cada vez con más frecuencia, intento oscurecerme en mi correlato… lo mismo es mi exotismo desatado, mi arqueado solipsismo de pedante al que no le interesa el “tú” que vive al otro lado, sino el “nosotros” sin que estés.

En fin… que no os necesito… pero os necesito tanto… o también: quiero seducirte… pero te rechazo.

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