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Mujeres como quesitos de porción...


El placer aristocrático de Baudelaire era desagradar, deslumbrar con sus poemas desagradando, y era bueno el cabrón, y desagradando llegaba, pellizcaba, hería, despertaba... luego, el hormiguero de los simbolistas y los modernistas gozaba desnudando al poema de cualquier ‘literatura’ para intentar obtener esencia poética... Malarmé dio orden de ‘soltar lastre’ y quitar al poema cualquier asunto que distrajera... Jorge Guillén abogaba por la ‘autocontención’ en poesía... en las revistas de la Generación del 27 se pedía a voces disciplina expresiva y de emociones, rechazando el sentimentalismo como obsceno... pero Dámaso Alonso pudo ver con clarividencia y avisó: “¡Curioso destino el de mi generación! Salió a la vida como llena de pudores, con limitación de tema, como con miedo a expresar la pasión, con un sacro horror a lo demasiado humano, con muchas preocupaciones técnicas, con mucho miedo a las impurezas...”... y así llegamos a este abismo actual entre la poesía y el hombre, un abismo en el que el poeta se ha alejado de la gente, de los gustos de la gente, de los problemas de la gente, de las necesidades de la gente... poetas perdidos en ambiciones estéticas, en caminos intelectuales de difícil o nulo acceso para el hombre común... y no son los peores, pues hay una gleba empeñada en salirse de cualquier sesgo intelectual [y también de cualquier formación] y tirarse constantemente a un barro nada poético que está enfangándolo todo... un desastre, a mi modo de ver, para la extensión de la poesía a las masas [camino que ha hecho el mundo de la narrativa con crasos y generosísimos resultados... y también mal, pero con resultados, que ya es algo... y me refiero al llegar y no al cobrar].
Yo creo que es obligación del poeta no mostrar indiferencia por lo que le rodea, ser voz de la sociedad en la que vive y crece y, cómo no, tomar partido decidido por las causas que le acucien... y desde ahí, acicalarse de una estética y/o hacer cabriolas intelectuales... pero solo desde ahí.
Y desde lo dicho... pues que llevo años echándome la culpa de hacer poemas memos y anodinos, que no encuentro la voz que me apetece, que no leo demasiadas cosas aceptables y me enfado, que intento y me fracaso, que indago en trochas nuevas y me pierdo...
Llevo demasiado tiempo intentando enfocar mi poesía en la Poesía, buscando unas raíces y unos troncos que aún no sé si existen, preguntándome el qué y el desde dónde, intentando alumbrar una teoría individual sobre la que hacer cierta poesía practicable que pueda sostenerse en un discurso y en algunas razones... pero a ratos creo que me equivoco, que al poema se llega sin razones y con vivencias nítidas, que se llega por azar y porque es el efecto de algunas justas causas [justas por exactas]... y me siento carne de policlínico y hasta enfermo dental [sí, ‘dental’, que es lo que más me ha dolido de lo que conozco]... y noto que mi tiempo medio se acaba, que estoy entrando en esa afasia del quiero y no puedo, que no voy a llegar ni a una sola conclusión, que ya me va medio mosqueando el que todo sean caminos e Ithacas... solo sé que leo absurdas peripecias a las que otros llaman poemas y me cabreo, que leo blandenguerías de tequieros y memueros y temiros y menciendos... y me cabreo, que leo versos con ritmo de mosquito [zzzzzzzzzzz] y me cabreo, que leo versos morcillones y me cabreo... y ya no digo si miro con un poco de atención a las vidas de quienes los escriben... nada responde a nada... y me siento como una mujer hecha con quesitos de porción, esos quesitos cremosos que se te quedan pegados en el paladar y te ciscas en todo lo que se mueve mientras intentas despegarlos con la lengua... y entonces me dan ganas de no volver a abrir un libro y de no volver a escribir una sola palabra... ¿qué me sucede?... quizás que estoy mayor.

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Para patentizar mi sensación, os dejo un vídeo de El Tito que os lo va a dejar todo más claro... o no.

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