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Sin novedad...


Sin novedad... a no ser que la novedad sean los malos entendidos o las ganas de discutir por valoraciones que no merecen discusión.
El problema de la comunicación entre personas consiste fundamentalmente en que cada uno procesa en parámetros distintos y, cómo no, en que el idioma es propicio a la confusión [y muchas veces al desaliento], sobre todo el nuestro. ¿Cuándo entenderemos que en el trámite humano todo se hace desde el punto de vista del teatro?... si quieres obtener algo de tu contrario, normalmente cargas las tintas para que todo tu discurso se ponga en tu favor y en su contra, es decir, exageras, pero no como forma de decir ‘esta es mi verdad invariable’, sino como argumento extremo de lo que ‘podría ser’ para que al final coincidamos, negociando, en un ‘término medio’.
Esta claro, también [y ahora vamos con el idioma], que no es lo mismo llamarle a uno ‘hijo de puta’ en el País Vasco que hacerlo en el centro histórico de Sevilla, y ya no digamos en los trazos que nuestro idioma tiene en latinoamérica... que ‘coger’ en España es ‘asir’ y en gran parte de aquel allende se entiende que es ‘follar’, que ‘coñito’ aquí es un sexo femenino pequeño y en Venezuela es una forma cariñosa de llamar a un niño chico, que aquí un ‘cachete’ es un golpe en la cara y allí es la justa nalga, que aquí la ‘concha’ es el caparazón de un molusco y allí es el sexo femenino, que aquí ‘constiparse’ es estar resfriado y allí es estar estreñido, que aquí ‘correrse’ es tener un orgasmo y allí es desplazarse, que aquí ‘currar’ es trabajar y allí es estafar, que aquí ‘facha’ es un fascista y allí es el aspecto exterior de una persona, que aquí ‘ligar’ es buscar una relación amorosa o sexual y allí es recibir una paliza, que aquí una ‘pollera’ es la señora que vende pollos y allí es una falda, que aquí ‘taco’ es cualquier término malsonante y allí es el tacón del zapato... mal asunto si tenemos que fiar al idioma los acuerdos y los desacuerdos... y luego están esos otros sesgos de actitud, ésos en los que hay quien habla entre líneas a quienes nunca oyen más que lo que quieren oír, quien habla del mundo y solo se le escucha desde la absurda palabra ‘patria’, quien expresa en lo concreto y recibe respuesta en lo general... todo un batiburrillo de confusión que lleva inexorablemente a no entendernos jamás [a no ser que queramos entendernos de verdad, claro].
Ante estas situaciones lo mejor es callarse y apretar los músculos, esperar a que el de enfrente recapitule y procese para bien o para mal y que cada asunto busque su final en alguna decisión... uno no es lo que es por lo que dijo alguna vez, ni siquiera por lo que dice ahora mismo, uno es lo que es por el todo que representa en hechos y deshechos, en arreglos y desconchones, en el fui y en el soy... y tampoco nadie es más que nadie... ni menos... y ya no solo en el ser, sino en el estar...
Uno nace por azar en donde nace y tiene por azar el idioma que tiene [así el patriotismo/patrioterismo resulta absurdo... como resultan absurdas las banderas –todo a pesar de que los mandatarios buscan carne arrebañada con el uso de esos conceptos–]... y la emancipación, con sus decisiones, siempre viene del desarrollo intelectual, no de ser de tu selección nacional y de vestirte con tu bandera hasta en los trozos corporales que acostumbran a la ropa blanca...
Y luego, para complicarlo todo aún más, hay que valorar que todo puede ser por hecho y por pensamiento o intención... estafar, por ejemplo, es lo mismo en quien anota una ganancia irregular y fuera de justicia en su bolsillo, que en quien valora un servicio en términos de estafa [el impulso es el mismo y lo que se busca, también].
En fin, que será mejor mirarnos a los ojos y valorar en silencio qué es lo que dicen, que ahí hay mucha menos confusión y en la mirada somos todos más verdad.

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