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Antonio Gómez y el hermoso canearse de su barba.



El mito de los lomos plateados, esos gorilas macho dominantes que se golpean el pecho con energía, siempre me trajo sugerentes historias de novelas de aventuras que discurrían en África y que leía durante mis veranos de jovenzuelo... hoy, de pronto, mientras comía en La Venta del Bufón junto a mi amigo Antonio Gómez, observé, después de muchos años de cruzarnos en ciudades cercanas y lejanas, de comer y beber juntos, que su barba negra y poblada [una barba y un negro también míticos dentro del mundo de la poesía experimental europea] está comenzando a nevarse y a tomar ese tono que le imprime una estampa divina de poeta dominante entre las diversas y varias camadas de poetas entresiglos [el XX y el XXI]... enseguida comencé a cavilar alguna historia alrededor de ese encanecerse y a hacerle fotos de cerca a mi amigo mientras nos manducábamos un revuelto de chichas, unas tortillitas de camarones y unos sanjacobos.
Antonio venía de Mérida y va camino de Morille para actuar en ese hermoso festival PAN que tan acertadamente organizan Manolo Ambrosio y Fabio de la Flor... y dejó un ratito entre medias para comer juntos y cambiar sensaciones y proyectos... de la comida salió mi compromiso de editar su fichero de robos y hurtos cuando le venga en gana, su oferta de que decore una docena de huevos de cerámica para la revista experimental “La Webera”, el encargo de que le pida un haiku a Luis Alberto de Cuenca para el mismo número de esa revista... y también evocaciones y recuerdos de nuestro tiempo poético activo, partes de guerra de amigos, ediciones pendientes y ya hechas, locuras en proceso y algunas cositas de familia [la mía y la suya]... hicimos sobremesa templada y larga mientras sonaba el blues y el calor se cernía como una rapaz sobre el monte de El Castañar, en el que estábamos... rematamos con unos cafetitos con hielo y el encargo de abrazar a cada uno de los amigos comunes que nos fuésemos encontrando por la vida hasta nuestro próximo encuentro... y ya estábamos montados en mi coche para bajarnos a Béjar, cuando vimos que estaba aparcando Alberto Hernández... así que vuelta a bajar para tomarnos otro cafetillo juntos antes de despedirnos.
Antonio sigue siendo el mismo tipo hermoso de siempre por donde se le mire... generoso, hiperactivo interior y tranquilito de cáscara, genial y cargado de esa razón lógica de quien se atreve a hacerse preguntas cada día y a contestarlas... me confesó que tiene la sensación de hacer el ridículo cada vez que se expone al público, que con los años ha aprendido a separar su vida familiar de su vida artística, que le encanta que su hija mayor empiece a tomar partido por su obra y a admirarse de lo que hace su padre, que no ha aprendido a decir que no [eso lo he percibido yo sin que él me lo dijese] y por eso se mete en complicados asuntos editoriales y de promoción cultural en los que no se encuentra relajado, que adora a Jesús Málaga y a su esposa [yo también], que su fidelidad le lleva a que otros ganen con lo suyo bastante más de lo que él gana... en fin, un tipo magnífico que hace que me enorgullezca por sentirle mi amigo... y encima con Albertito al lado... dos grandes hombres y artistas mayores con los que tengo la suerte de compartir tiempo y conversación.
Hoy estoy más feliz que ayer, porque puedo disfrutar de la compañía de personas llenas de sensibilidad y únicas en su planteamiento creativo y vital... y encima son mis amigos.




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