Ir al contenido principal

El jodido número cincuenta y tres.


Me desperté pensando en el número cincuenta y tres, así, sin más. Aguanté en la cama como un cuarto de hora mientras oía el golpeo feroz de la lluvia en el tejado, y en mi cabeza seguía con el número cincuenta y tres estableciéndose en cábala... “53... 5+3=8... 8=un cero subido a un cero... 0+0=0... 5x3=15... 1+5=6... el 6 es un 9 invertido, que es mi número de la suerte, el que siempre llevé en las camisetas de basket cuando hacía deporte... 5-3=2... 2=1+1... 1= YO... 2=YO+YO...”... así el cuarto de hora despierto en mi cama... luego me levanté. La lluvia proseguía atacando al tejado con fiereza. Una ducha, un desayuno frugal, un cepillado de dientes mirándome el rostro en el espejo del baño... y a la calle. Van a ser cincuenta y tres años atado a este paisaje y a esta gente, cincuenta y tres años en los que solo puedo contar pequeñas huidas y algunos ataques de inestabilidad, pero no me siento mayor si dejo de lado el rastro de los avisos de la física y la química de mi cuerpo, pues aún conservo cierta candidez y muchas ganas de hacer locuras a pesar de los golpes y las verdades a secas.
La verdad es que este año ha sido de los más duros de mi vida, quizás el más duro, pues he tenido que atacar un complicado proceso de crisis en mi pequeña empresa con un grave embargo de cuentas por parte de la hacienda pública, un ERE cabrón y una situación económica de constantes números rojos de la que he podido salir gracias a la fuerza de una huida hacia adelante propiciada por un ‘no me queda otra’ lleno de adrenalina y, cómo no, por la magnífica actitud de mis trabajadores, que han sido la parte más importante a la hora de salir de este proceso destructivo [gracias, amigos, por comprender cada día apretado, cada jornada tensa, cada escasez y cada susto. Gracias por mantener el latido común a pesar del vértigo constante]. Lo peor es que en el camino han quedado muertos inútiles y algo de sensación de tierra quemada, pero aquí sigo, respirando, latiendo, mirando al mundo con preguntas y manteniendo intacto el verbo “intentar” en mi diccionario de uso.
Lo mejor es que he aprendido a mantener la calma en los momentos de mayor tensión, todo a pesar de que a mi lado había impulsos destructivos que tomaban forma de decisiones tajantes y sin posible vuelta atrás, unos impulsos que he sabido calmar con mucha dificultad, sobre todo por mi falta natural de carácter empresarial y de liderazgo.
Del año me quedo, sobre todo, con un par de poemas que guardo como tesoros, con algunas fidelidades que atesoraré para siempre con verdadero agradecimiento y con el trabajo solidario y quienes se han acercado a él... el resto es ‘mientras tanto’, un mientras tanto hecho de pequeños y constantes dolorcillos articulares, de esa cistitis crónica que me ataca siempre a trasmano, de algunos desabrigos personales y de ciertas decepciones que apenas han hecho mella.
No sé hasta dónde podré llegar, pero sé perfectamente de dónde vengo y con quién me rozo, que ya me parece suficiente a estas alturas... y sé que quiero seguir intentando todo lo que me apetezca intentar, entre otras cosas porque ya no le tengo miedo al otro ni sé sentir vergüenza propia [aunque sí que la siento ajena]. Alumbra mi nuevo año lleno de proyectos que están entre alfileres, proyectos personales y proyectos creativos que no precisan anuencias ni apoyos, gustos ni regustos, empujones ni soplos... solo yo me basto para sacarlos adelante o dejarlos aparcados, solo a mí me interesan y solo a mí me harán crecer o caer derrotado... que ya hace tiempo que no necesito voces ni palmadas, críticas ni bituminosas palabras falsas... sé también lo que soy y lo que valgo [siempre por comparación] y ya no me apetece guardar puñales.
Cincuenta y tres años realmente no son nada, y es esa nada en la que quiero vibrar individualmente, sentir mi tiempo, roerlo, retardarlo o acelerarlo y hacerlo desaparecer un día sin que nadie se entere.
Y que me tomo de un solo trago este poema hermoso de un poeta de derechas, y del Real Madrid, que me gusta un montón [no todo iba a ser bonito para quienes gozan de estro], Miguel D’Ors:

TEMPUS FUGIT

Lo dijeron Horacio y el Barroco:
cada hora nos va acercando un poco
más al negro cuchillo de la Parca.
¿Qué es esta vida sino un breve sueño?

Hoy lo repite, a su manera, el Marca:
en junio se retira Butragueño.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Al Canfrán a varear fideos...

Debe ser de cuando te mandaban “al Canfrán a varear fideos” o incluso de aquella mar salada de los ‘mecachis’... el caso es que siempre llevo puesto algo de casa [que es como decir algo de antes] en la jodida cabeza... y nado entre una pasión libidinosa por decir lo que me dé la gana y un quererme quedar en lo que era, que es lo que siempre ha sido... pero todo termina como un apresto en las caras, mientras el hombre de verdad dormita entre una sensación de miedo y otra de codicia... ¡brup!... lo siento, es el estómago que anda chungo... y tengo ideología, claro, muy marcada, y la jodida a veces no me deja ver bien, incluso consigue que me ofusque y me sienta perseguido... a veces hago listas de lo que no me gusta y de los que no me gustan... para qué, me digo luego, y las rompo... si al final todo quedará en lo plano y en lo negro, o en lo que sea, que al fin y al cabo será exactamente lo mismo... es por eso que hay días en los que me arrepiento de algunas cosas que he hecho, casi t

Los túneles perdidos del Palacio Ducal bejarano.

Torreón del Palacio Ducal con el hundimiento abajo. De chiquitillo, cuando salía de mis clases en el colegio Salesiano, perdía un buen ratito, antes de ir a mi casa, en los alrededores del Palacio Ducal bejarano. Entre los críos corrían mil historias de pasadizos subterráneos que daban salida de urgencia desde el palacio a distintos puntos de la ciudad y nos agrupábamos ante algunas oquedades de los muros que daban base a los torreones para fabular e incluso para ver cómo algún atrevido se metía uno o dos metros en aquella oscuridad tenebrosa y estrecha. Ayer, en mi curioso pasar y por esa metichería que siempre tenemos los que llevamos el prurito de la escritura, escuché durante el café de la mañana que se había producido un hundimiento al lado de uno de los torreones del Palacio Ducal y corrí a pillar mi cámara y me acerqué hasta el lugar. Allí, bajo el torreón en el que se ha instalado una cámara oscura hace un par de meses, había unas protecciones frugales que rodeaban un aguj