Aún no es tiempo de trébedes, otra vez, pero habrá de serlo pronto en los fogones familiares... tiempo de trébedes y velas a las diez, de tinajas de agua y de braseros de cisco, de medias con carreras... ¡eh!, sí, recuerdo ahora ‘La calle del agujero en la media’... un precioso poema de Raúl González Tuñón:
Yo Conozco una calle que hay en cualquier ciudad
y la mujer que amo con una boina azul.
Una calle que nadie conoce ni transita.
Yo conozco la música de un barracón de feria,
barquitos en botella y humo en el horizonte.
Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad.
y la mujer que amo con una boina azul.
Una calle que nadie conoce ni transita.
Yo conozco la música de un barracón de feria,
barquitos en botella y humo en el horizonte.
Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad.
Ni la noche tumbada sobre el ruido del bar
ni los labios sesgados sobre un viejo cantar
ni el affiche gastado del grotesco armazón,
telaraña del mundo para mi corazón.
Ni las luces que siempre se van con otros hombres
de rodillas desnudas y de brazo tendidos.
Tenía unos pocos sueños iguales a los sueños
que acarician de noche a los niños queridos.
Tenía el resplandor de una felicidad
Y veía mi rostro fijado en las vidrieras,
y en un lugar del mundo era un hombre feliz.
ni los labios sesgados sobre un viejo cantar
ni el affiche gastado del grotesco armazón,
telaraña del mundo para mi corazón.
Ni las luces que siempre se van con otros hombres
de rodillas desnudas y de brazo tendidos.
Tenía unos pocos sueños iguales a los sueños
que acarician de noche a los niños queridos.
Tenía el resplandor de una felicidad
Y veía mi rostro fijado en las vidrieras,
y en un lugar del mundo era un hombre feliz.
¿Conoce usted paisajes pintados en los vidrios
y muñecas de trapo con alegres bonetes
y soldaditos juntos marchando en la mañana
y carros de verdura con colores alegres?
Yo conozco una calle de una ciudad cualquiera
y mi alma tan lejana y tan cerca de mí
y riendo de la muerte y de la suerte y
feliz como una rama de viento de primavera.
y muñecas de trapo con alegres bonetes
y soldaditos juntos marchando en la mañana
y carros de verdura con colores alegres?
Yo conozco una calle de una ciudad cualquiera
y mi alma tan lejana y tan cerca de mí
y riendo de la muerte y de la suerte y
feliz como una rama de viento de primavera.
El ciego está cantando. Te digo amo la guerra.
Esto es simple, querida, como el globo de luz
del hotel en que vives. Yo subo la escalera
y la música viene a mi lado, la música.
Los dos somos gitanos de una troupe vagabunda.
Alegres en lo alto de una calle cualquiera,
alegres las campanas con una nueva voz.
Tú crees todavía en la revolución
y por el agujero que coses en la media
sale el sol y se llena todo el cuarto de sol.
Esto es simple, querida, como el globo de luz
del hotel en que vives. Yo subo la escalera
y la música viene a mi lado, la música.
Los dos somos gitanos de una troupe vagabunda.
Alegres en lo alto de una calle cualquiera,
alegres las campanas con una nueva voz.
Tú crees todavía en la revolución
y por el agujero que coses en la media
sale el sol y se llena todo el cuarto de sol.
Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad,
una calle que nadie conoce ni transita.
Sólo yo voy por ella con mi dolor desnudo,
sólo con el recuerdo de una mujer querida.
Está en un puerto. ¿Un puerto? Yo he conocido un puerto.
Decir yo he conocido es decir algo ha muerto.
una calle que nadie conoce ni transita.
Sólo yo voy por ella con mi dolor desnudo,
sólo con el recuerdo de una mujer querida.
Está en un puerto. ¿Un puerto? Yo he conocido un puerto.
Decir yo he conocido es decir algo ha muerto.
Recuerdo que este delicioso poema lo musicó el Cuarteto Cedrón y yo lo cantaba a voces cuando me ponía nostágico, cuando echaba de menos, cuando entraba en pasajeros estados de tristeza o cuando me venía a menos... también alguna noche de borrachos terminé cantándolo bajo los balcones.
Y ahora no sé a qué venía todo esto, que se ha presentado de pronto un tipo al que le hice un favor hace más de un año y quería agradecérmelo regalándome una camiseta (algunas personas no olvidan y eso es lindo)... y eso, que no sé a qué venía todo esto, que no sé de lo quería escribir hace media hora, cuando empecé... mi abuela decía siempre ante este tipo de olvidos: ‘no sería importante, corindillla’... solo sé que me escuecen las manos mientras tecleo, que no me gusta nada el trabajo que tengo ahora, que todo va mal y no me da la gana, que me siento como agotado y a la vez noto adentro unas ganas enormes de explotar, que las cigüeñas andan acicalando sus nidos y los cernícalos echan como diez kikis cada media hora, que a la llegada de la tarde empiezan a crecer nubes grandonas que prometen tormenta, que a ratos se levanta un viento que me gusta... y que todas esas cosas no pueden controlarlas los mamones oficiales... y que yo también conozco una calle que hay en cualquier ciudad, una calle que nadie conoce ni transita...
Tenemos mucho que aprender de los cernícalos.
ResponderEliminarAcuso recibo de vuestro librillo.
ResponderEliminar¡Os lo pasáis bomba! Hay que seguir, como sea, seguir inventando...
Un beso para cada uno, Hugo y tú.
Buenas noches, Luis Felipe Comendador:
ResponderEliminarNo conocía de antes
este precioso poema,
pero ahora sí sé que en Béjar había un niño feliz.
Un abrazo.
P.D.: Tampoco hagas mucho caso sobre lo de los cernícalos. Hay que saber cuántos años viven, y a lo mejor luego la media...