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Lo que me sucede... lo que me seduce...



Nadie sabe lo que me sucede y solo yo sé lo que me seduce.

A quién, más que a mí, le puede interesar la espera en el juzgado para que te amenacen con una ley que aplasta a quienes no somos incondicionales de sus cosas porque, sencillamente, lo vemos todo de otra forma… a quién le puede interesar que, de una relación de amistad que se aja por lo externo, te llame el abogado sindical poco menos que asesino y te ubique sin más en el aparador de los burgueses que roban a manos llenas a los pobres obreros como ése, que es tu amigo, que debe subrogarse a la moneda infame del FOGASA sencillamente porque ya no hay de dónde tirar… no, nadie sabe lo que me sucede… ni cómo me siento cuando quien me castiga busca eliminarme, sencillamente eliminarme de su sistema de números que deben cuadrar aunque no cuadren… y nadie sabe cómo es mi desesperación, como deja su espesa nata diaria sobre mi superficie… y van ya tres años de lucha intensa y constante, de trabajo ‘para nada’ con mi padre delante, viendo cómo todo se viene abajo inexorablemente, viendo cómo lo que construyó en toda su vida se va por mi tragaluz… a veces pone cara de no saber qué hacer, me recrimina con cariño por algo que yo no he hecho… ni él sabe lo que me sucede, mi pobre padre… quizás lo que más me duele de todo este proceso es que él sea espectador y le haga daño… y me intento adaptar lentamente a esta situación sin dejar que mis ideales, los verdaderos, los que no tienen nada que ver con este absurdo de números rojos, sufran ni un ápice, porque ellos, esos ideales, son los que me seducen, los que me hacen sentirme hombre sin más… y persevero en ellos como un náufrago mientras muchas voces –entre ellas la de mi padre– me dicen: ‘trabaja para ti’… pero no quiero, sería la última traición contra mí mismo.
Aquí hay demasiados esclavos de lo irracional… y eso, en el fondo, lo hace todo más fácil… pero está Perú… nunca hubiera pensado enamorarme de un país, pero lo he hecho –ya me pasó con Tanzania–, y resulta como la morfina, me quita el dolor de inmediato, solo con pensarlo… aquí sales a la calle a que te degüellen con frialdad, con esa frialdad irracional de los funcionarios, sales a que te lo quiten todo, hasta la dignidad… pero allí la dignidad está en los ojos de la gente que no tiene nada, regalan dignidad cuando te miran.
Aquí dejamos la pobreza atrás hace unos años y estamos creando a marchas forzadas la nueva pobreza del futuro, una pobreza de luces y stmarphones, de pan barato y constantes ofertas 2x1… una pobreza que nos puede hacer apetecible un nuevo subdesarrollo, que ya es, aunque nos duela… tenemos que aprender a aborrecer y a despreciar esa ‘belleza’ falsa de coches por todos lados y neones, de viajes a lugares con casino y bebidas de colores inconcretos… debemos ser conscientes de que vamos hacia la catástrofe y poner las medidas pertinentes a partir de un humanismo pequeñito, individual, diario…
En Perú lo niños aún saben lo que significa un pedazo de pan (aquí volverán a aprenderlo pronto)… pero ahora no tengo fuerza para explicar la ‘violencia de todo lo novedoso’, la violencia de la moda, la violencia de la comida que te meten los medios por los ojos, la violencia del sexo a todas horas… solo puedo decir una palabra gruesa para definirlo todo: estamos en un ‘genocidio’ sin fusilados en fila, un genocidio que consiste en suprimir extensas zonas de sociedad, sin violencia explícita y con esa sutileza que siempre han sabido utilizar quienes ‘gobiernan’ el mundo… y todos hemos entrado al trapo… nos han puesto un ‘modelo de vida’ supuestamente fácil que hemos asumido con rapidez y hasta con entusiasmo, nos han metido en él hasta las cejas, hasta involucrarnos en él con vehemencia… y ahora nos lo quitan de golpe, dejándonos sin recursos posibles, sin contestación ni medios para argumentarla… así nos eliminan de un plumazo… nos eliminan por frustración sin necesidad de gastar un gramo de plomo… y lo peor, lo peor de todo, es que han desactivado la ‘capacidad lingüística´ de las nuevas generaciones… los han dejado en el signo simple, en el eslogan, en el apócope, en la falta de significado de la mayoría de las palabras capaces de producir cambios positivos y defensas… el joven ya no sabe expresarse con eficacia, pero le han hecho creer que su lenguaje es realmente el único lenguaje eficaz… y le han dejado indefenso.


¿Qué me seduce?… pues averiguar sus trampas y contarlas… o quizás volver a Perú a sentirme otra vez como era, entre hombres cuyo único apocalipsis es un apocalipsis simple, lleno de lógica.

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