Hoy, después de colocar los restos del naufragio mercadillero de ayer, me pregunté de pronto cómo será morir mientras hacía esa cuenta de años que te indica que empiezas a estar en esa cuerda floja mantenida en un extremo por el descenso físico y en otro extremo por el cansancio y la puñetera ataraxia. ¿Cómo cojones será morir?, me dije, si persisto en respirar a la vez que me fumo hasta los papeles de escribir, si no me quiero ir porque me falta tiempo para 'ser' lo que quiero 'hacer', si estoy llegando a una plétora de entendimiento que precisa meses y años para consumarse en los hechos precisos. ¿Cómo será morir dejando pendientes tantas cosas que quedan por hacer y deshacer?, me dije.
Sé con certeza que no me da miedo la muerte (aunque solo pido que no duela) porque mi vida ha sido y es intensa, porque soy consciente de cada bocanada nueva de aire y la aprecio tanto que sé gastarla con ganas, porque intento cada segundo darle sentido a la vida, porque me agoto de felicidad ante una mirada, bajo un abrazo, sobre una sonrisa... No me da miedo la muerte porque he vivido (aunque no lo suficiente para mi gusto) y lo he hecho como me apeteció siempre y por eso no me interesan para nada los diagnósticos, las prevenciones ni las curas (eso es cosa de gentes de veinte años o de miedosos, o de temerosos de Dios y su absurda y santa compaña). Mi único temor en este tramo de edad procede siempre del otro: temor a que sufra y que yo lo sienta, temor a perderlo y que yo lo pierda, temor a su miedo y que yo no sepa sacarlo de él.
Sé que mi tiempo puede estar cumplido en cualquier instante, y será justo que sea así, porque hay que dejar huecos para que los pulmones nuevos respiren mejor y aspiren a conformar un mundo mejor y más justo.
Por si acaso, me parece pertinente dejar escritas cuatro o cinco generalidades por eso de definir el mundo como en un prontuario en el que saber a vuelapluma de qué va la vaina. Veamos:
1. El mundo está gobernado por el 'interés' y el 'egoísmo de clase'. Toda política, tal como la conocemos, está vendida al capital (léase la banca y las grandes corporaciones) y resulta imposible imaginar que desde esa base se puedan arbitrar solucionarlos de justicia universal. Un sistema que 'descarta' a parte de sus individuos (aunque solo sea a uno) no sirve.
2. La peor arma, la más dañina, del sistema que nos ata es 'la moral', y su consecuencia general se resume en temor y en adormecimiento.
3. A la igualdad no se llega dando y recibiendo. A la igualdad se llega sintiéndola cada segundo, aunque sea con violencia.
4. La propiedad y el derecho de herencia son los conceptos que lo enturbian todo. 'Tener' es el mayor enemigo conocido, y de su existencia nos hemos tenido que inventar el término 'compartir'. Que ambos conceptos desaparezcan es mi idea de la revolución necesaria.
5. La vida es para disfrutarla, no para sufrirla, aunque sea luchando en ella, con ella y por ella.
¿Cómo será morir dejando tantas cosas pendientes?
Sé con certeza que no me da miedo la muerte (aunque solo pido que no duela) porque mi vida ha sido y es intensa, porque soy consciente de cada bocanada nueva de aire y la aprecio tanto que sé gastarla con ganas, porque intento cada segundo darle sentido a la vida, porque me agoto de felicidad ante una mirada, bajo un abrazo, sobre una sonrisa... No me da miedo la muerte porque he vivido (aunque no lo suficiente para mi gusto) y lo he hecho como me apeteció siempre y por eso no me interesan para nada los diagnósticos, las prevenciones ni las curas (eso es cosa de gentes de veinte años o de miedosos, o de temerosos de Dios y su absurda y santa compaña). Mi único temor en este tramo de edad procede siempre del otro: temor a que sufra y que yo lo sienta, temor a perderlo y que yo lo pierda, temor a su miedo y que yo no sepa sacarlo de él.
Sé que mi tiempo puede estar cumplido en cualquier instante, y será justo que sea así, porque hay que dejar huecos para que los pulmones nuevos respiren mejor y aspiren a conformar un mundo mejor y más justo.
Por si acaso, me parece pertinente dejar escritas cuatro o cinco generalidades por eso de definir el mundo como en un prontuario en el que saber a vuelapluma de qué va la vaina. Veamos:
1. El mundo está gobernado por el 'interés' y el 'egoísmo de clase'. Toda política, tal como la conocemos, está vendida al capital (léase la banca y las grandes corporaciones) y resulta imposible imaginar que desde esa base se puedan arbitrar solucionarlos de justicia universal. Un sistema que 'descarta' a parte de sus individuos (aunque solo sea a uno) no sirve.
2. La peor arma, la más dañina, del sistema que nos ata es 'la moral', y su consecuencia general se resume en temor y en adormecimiento.
3. A la igualdad no se llega dando y recibiendo. A la igualdad se llega sintiéndola cada segundo, aunque sea con violencia.
4. La propiedad y el derecho de herencia son los conceptos que lo enturbian todo. 'Tener' es el mayor enemigo conocido, y de su existencia nos hemos tenido que inventar el término 'compartir'. Que ambos conceptos desaparezcan es mi idea de la revolución necesaria.
5. La vida es para disfrutarla, no para sufrirla, aunque sea luchando en ella, con ella y por ella.
¿Cómo será morir dejando tantas cosas pendientes?
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