Intentar ser buena gente a veces pasa duras facturas.
Llevo varios años guardándome entre dientes una mierda infame que supuso para mí el principio de una caída en picado que llega hasta estos días. Confieso que intento olvidarlo, pero un fondo buitre se encarga cada día de recordármela con insistentes llamadas telefónicas. El caso es que ya estoy harto y, a mi hartazgo, se suma que el tipo que propició este daño sale ahora ufano en prensa junto a concejales jactándose de una bondad que no le corresponde. Y me voy a explicar contando la historia entera, que hoy tengo ganas.
Llegaban las fiestas bejaranas y, como era costumbre y lo sigue siendo, en la imprenta editábamos un colorido libro de fiestas y ferias que luego sería repartido por toda la ciudad. Estábamos trabajando ya con anunciantes cuando se presentó Chema –voy a llamarle Chema, porque no me parece bonito nombrarle por su apodo– y nos contó a mí y a mi socio su triste situación. Le escuchamos con atención y entendimos que lo estaba pasando mal, por lo que decidimos ofrecerle un trabajillo para que se sacara unos euros con los que paliar un poquito su economía. La cosa consistía en hacer entrega de los ejemplares del libro de fiestas a los anunciantes, que eran muchos, acompañados de la consiguiente factura, y a cambio le daríamos una comisión. El tipo aceptó, pero nos rogó que le dejásemos la furgoneta de la imprenta para el reparto, a lo que asentimos, no sin rogarle antes que la cuidara y que cada día debía entregárnosla antes de las 19:30 horas. La cosa empezó bien y Chema iba haciendo las entregas con eficacia, hasta que una tarde no se presentó a la hora indicada para entregar la furgoneta. Imaginamos que habría tenido algún retraso y no lo tuvimos en cuenta. El caso es que a eso de las 11 de la noche recibí en mi domicilio una llamada de la Guardia Civil indicándome que la furgoneta de la imprenta había tenido un accidente. Lo dejé todo, avisé a mi socio y ambos fuimos al lugar indicado por la Guardia Civil. El tipo estaba en una furgoneta de atestados en un estado de ebriedad indecente y nuestra furgoneta tenía unos buenos golpes. Fue uno de los números de la Guardia Civil quien nos relató lo sucedido… Había salido de beber en el Restaurante Pavón y al salir del aparcamiento golpeó a un coche que estaba al lado… La gente de las terrazas le recriminó y salió huyendo velocidad, atropellando en su huida a una señora con el resultado de que le partió las dos piernas. Un gran disgusto, ya podéis imaginar, pero el tipo se comprometió a hacerse cargo de todos los gastos… Vaya compromiso el del colega, que de inmediato se declaró insolvente y nos tocó pagar el arreglo del coche con el que chocó, el arreglo de nuestra furgoneta y el seguro nos reclamó 25.000 euros de indemnización a la señora accidentada por responsabilidad subsidiaria. Tuvimos que hacernos cargo de todo, aunque las cosas ya no iban bien, por lo que nos vimos obligados a tomar un crédito con Caja Badajoz por esa cantidad para poder salvar la situación, un crédito que solo pudimos pagar en parte –a partir de ahí todo fueron palos económicos– y que fue vendido a un fondo buitre, que es el que cada día llama con insistencia para cobrar esa deuda multiplicada por cuatro. La culpa fue nuestra por confiar en una persona sin palabra y sin principios a la que solo intentábamos ayudar, y por eso, porque la culpa fue nuestra, hasta ahora no había dicho nada de esto… Pero hoy, al ver al mozo sacando pecho en prensa como adalid de la solidaridad, ya no he podido evitarlo. Él –junto a unos cuantos morosos más pandémicos que el covid– es el responsable mayor de nuestra caída y de que acabáramos debiendo pasta a diestro y siniestro, soportando embargos diversos y puñeteras milongas judiciales –disculpas a los que debo, todas mis disculpas, que son un banco, la Hacienda pública y dos o tres cosillas pequeñas a alguna empresa que voy solventando poco a poco–. Con esto me quito de encima un peso que me estaba resultando ya bastante duro de llevar.
Y ahora solo faltaría que el mozo se rebote y reaccione de forma negativa. No sería la mejor postura a tomar por su parte, creo yo, pues el asunto es tan cierto como he relatado y está bien documentado por testigos. No estaría mal que, aunque tarde, viniera con esos 25.000 euros que me han fastidiado tanto estos últimos años.
Pues dicho está… Y no le insultéis en comentarios, por favor, que no merece la pena.
Para qué insultarle, ya lo hace él solo.
ResponderEliminarSiento tu situación inmerecida, de verdad.
Siempre nos pasa a los mismos.
Un abrazo.