Me inquieta profundamente estar a solas delante de los dibujos de Aníbal. Los extiendo sobre la mesa de alzado de la imprenta y paseo despacio mirándolos, de la misma forma que se alza un libro a mano. Pasó una y otra vez la vista por los trazos y las manchas que un día hizo Aníbal y siento cómo su presencia invade toda la imprenta, una presencia que es como una pregunta trascendente: «¿Qué haces aquí, Felipe?, ¿para qué pierdes tu tiempo en medrar sobre lo inútil si tienes que crecer en la contemplación y en los sentimientos?»... y me siento diletante, y quiero imitar los trazos y las manchas de Aníbal, y tomo papeles y los derroto con tinta china, con acuarela y con pinturas pastel. Es inquietud y ansia, es ganas de dejarlo todo y abandonarme al trazo y a la palabra sin horarios.
Lo que está sucediendo me perturba y me impide trabajar con serenidad en la revista del VII Festival de Blues de Castilla y León, pues cada vez que me pongo al tajo, decido dejarlo en pocos minutos para volver a contemplar la obra de Aníbal. Es sábado, tengo que trabajar duro y me gustaría dedicar el día entero a mirar, dibujar y escribir para mí. No poder hacerlo consigue que me sienta desgraciado.
(23:48 horas) La tarde se me ha ido en diseños blueseros cagones y en una soledad fría que ha terminado afectando a mis riñones –la imprenta es fría en todos los sentidos si estás solo–. En el «antesdecenar» he hablado con mi familia de la política bejarana, y todos pensamos en la misma línea: todo va de mal en peor y parece que tendrá que estallar por algún lado –tiene cojones que para media horita que me pillo de relax tenga que dedicarla a asuntos de mangurrianes–. Yo veo a culpables de muchas cosas y, ojo, están por todos lados y vienen de muchas casas distintas; y que conste que estoy de acuerdo en que no hay que judicializar la política, pero fiscalizarla, sí, constantemente; fiscalizarla en lo económico y fiscalizarla en lo político, porque tan mal actúa el que roba como el que calla, y hay algunos silencios que llevan votos detrás, y son silencios de todos los colores, hasta de los que no tienen representación viva, pero tuvieron votos... en fin, que esto es una mierda pegada a un palo y me da en la naríz que vamos a tardar mucho tiempo en deshacernos de ella.
Por lo menos, aunque sólo sea eso, me gustaría que el organismo encargado de la Hacienda Pública hiciera por aquí unas investigaciones a nuestros políticos –a todos–, que les ampara la ley para proteger nuestros bienes comunes. Nada de jueces... inspectores de Hacienda con algo de mala folla es lo que nos hace falta.
Me voy al saco, que ya está bien por hoy.
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