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Kokinshuu


Mi dolor de riñones se ha convertido definitivamente en una lumbalgia de caballo que me tiene más tieso que un torero, pero apenas siento el dolor, porque mi cabeza se va constantemente a la última imagen que tengo en la cabeza de Javier Carretero, un chico que fue compañero de mi hija en el cole desde bien chiquitos y que hoy se pelea con la muerte en un hospital de Salamanca por el absurdo de una portería de fútbol que le cayó encima con muy graves consecuencias. Le visualizo enseguida en una obra de teatro escolar haciendo el papel de un alcalde gruñón y divertidísimo, o riendo por la calle con sus amigos... sólo le recuerdo riendo y jugueteando, con una inmensa bondad infantil y una actividad propia de los chicos felices... y con estas cosas vuelvo siempre a la idea de Dios, a la idea del Dios injusto que no existe y que muchos se empecinan en mantener como opción de poder para sojuzgar a los más pobres tipos de la Tierra.
Mis mejores deseos para Javier y su familia y la convicción de volverle a ver pronto por las calles de Béjar con su tropa de coleguillas haciéndole guiños a la vida.
Suerte, chaval.
(16:23 horas) No sentirme bien me hace estar más lúcido de lo normal, y últimamente la lucidez se transforma en temor, pero en un temor sobre las cosas, algo que nunca me ha gustado sentir. Tomo nota y busca un ratito de soledad mientras suenan las máquinas de la imprenta como un signo de patria pequeña y particular... si las máquinas suenan, todo marcha.

(22:28 horas) Como poco, se me ocurriría pedir a los líderes mundiales, esos locos de atar, que trabajasen por hacer las guerras más humanizadas, sólo con heridos de levedad por uñeros –joder, un arma de destrucción masiva que provocase uñeros en toda la tropa enemiga–, por empachos o por rozaduras en codos y rodillas. Como mucho, se podría permitir atacar para producir panadizos en los dedos gordos de los pies o desatados ataques de lujuria –árabes enseñándole el rabo a los jodidos norteamericanos para matarlos de envidia y mujeres de California, como las nueces, en primera línea a pecho descubierto para mayor éxtasis de las tropas binladinas... ¿Es que los asesores de los reaganes busheros de turno no pueden llegar a esos estupendos niveles de imaginación? ¡Que los cambien, coño, que los cambien!

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