Ir al contenido principal

Una de Aníbal...


Hermoso el viaje a la biliosa Helmántica para presentar los ‘Cartapacios’ de Aníbal Núñez. Hermoso porque pude abrazar de nuevo a Gonzalo Alonso Bartol y a Yolanda Izard, porque disfruté como un enano de la mimosa minusvalía de Fabio R. De la Flor y de la mirada a sus chicas guay, porque besé a Ana, a Amelia Gamoneda, a Nona y a Marina, porque sonreí junto a Paco Novelty, porque volví a admirarme escuchando a Fernando R. De la Flor y a Germán Labrador, porque charlé un ratito con el radiólogo de mi Mª Ángeles [me encantó cómo sentía el tipo y me llenó de orgullo que recordase como recordaba], porque una moza hermosísima me habló de Abraham Gragera con mucho cariño, porque me colgué del hombro de Marino González para reír juntos, porque volví a encontrarme en un ‘deprisa’ con Manolo el de Morille [qué tipo], porque me descojoné de ese Cid Lanzarote con cruz y espada… porque paseé –en fin– Salamanca a solas durante una hora mientras recordaba a Juanito Montero, a Iche, a Manolo Díaz Luis, a Isabel, a Riobó, a Lorena, a Andrés de la Torre Tosantos [¿dónde andará el colega?], a Fiz, al Tetas, a Manolo de la Cuesta, a Juan Delibes, a Paco Lin Yi Chin, a Daisuke Kido, a Forges [era un alias], a las camareras del Bartolo, a Caridad, a Bereciartúa, a Fernando Bote Rengrifo, a los hermanos Palma, a Cucurucho, a Gerardo Rico y a Santi Sevilla, a Javivi, al barbado Muriel… y se me vinieron a la cabeza el abrigo loden verde con el que iba a robar latas de mejillones a Simago, las noches clandestinas en La Casa Grande, el amor en Plus Ultra o en el Rojo y negro, las bolsas de pintura roja para lanzar a los grises, los cartelones reivindicativos en papel kraft que poníamos en ‘Ciencias’, las noches con el Frente Sandinista, los ‘Laudeamus…’ cantados a los ‘VICTOR’ en la sala de armas del Bartolo, los días en Aldealengua, los dondiegos de noche con el profesor Galán, las canciones Cafrune y las de Pi de la Serra…
Jo.
Qué viejo estoy.


Las manos de Fernando R. de la Flor [me alucina observar cómo las mueve].


Amelia Gamoneda sirviendo tapitas [un amor de mujer].


Fabio con sus chicas divinas.


Con Gonzalo Alonso Bartol, Yolanda Izard & consorte y Marino.


Mesa Aníbal junto a Germán, Fernando y Marino.


Vaya mariconada de Cid Campeador... si don Rodrigo levantase la cabeza...

•••
Eh, viejo F, estás en camino y sabes hacia dónde vas –a mí no me engañas–. ¿Qué hostias te importan a ti los que te siguen –si es que te sigue alguien-? Y no tienes que explicarte, porque sabes cuál es el camino y es cosa de los demás complicarse la vida.
Ya sé que a veces buscas reacción, pero la buscas para ti, para aprovecharla al margen de los demás.
Eres especial, viejo F, un tipo que no sabe lo que es el aburrimiento, aunque se te queden pegados los huevos a una silla cualquier domingo de invierno. Eres especial porque has aprendido a poner la inteligencia por encima de la moral, y la dignidad por encima de ambas… y así terminarás siendo una rata de alcantarilla o un artista, pero un artista de verdad, eh, no uno de esos gilipollas que son puro humo con pajarita. Tú haces lo difícil muy fácil, viejo F, porque ya sabes que después no hay nada, que todo acaba en oscuridad y huesos limpios. Ahí está tu arte, en que ya te conoces efímero y estás preparándote para joder bien jodidos a los gusanos que te aniden.
Sí, ya entendí por qué no te importa la muerte, pero aún no comprendo por qué te atas tanto a la carne, por qué te atas al sudor de otra axila o al estricto poder de unas hermosas nalgas. Ya no es tiempo de carne para ti… ¿o sí?… Quizás sí, y yo esté equivocado porque aún conservo ese ego que se hace con los demás… tampoco comprendo que no bebas hasta perder el conocimiento, viejo F, eso nunca lo he entendido.
Aquí no se puede vivir, aquí solamente se muere, porque se nace ya con la soga en el cuello y un peso en los pies… solo nos queda la última erección, el extasis final como culmen de la mierda entera. Quizás tengas razón, viejo F, y haya que hacer de la vida un exceso moderado.


Comentarios

  1. Porque sentir es vivir, porque recordar es remover un poquito el alma, y porque tú sentiste, viviste y recordaste... ayer, indudablemente, fue un gran día.

    Un guiñito de ojo.
    Dnc

    ResponderEliminar
  2. Qué viejos todos los de entonces! Pero sólo por fuera, porque qué joven y ágil te siento en tus palabras!
    Yo conocí a Aníbal en Salamanca, al comienzo de los 70, y me alegra que vosotros os hayáis reunido en su memoria.
    Un beso

    ResponderEliminar
  3. Lo mejor de Aníbal es tu prólogo. Pásate cuando quieras por uestro blog, he hecho uso de tu venia.
    (Me parece como que te estoy dando mucha coba, pero es que es verdad, caray, no sé porque no vamos a decir lo que pensamos).
    ¡Feliz domingo!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Por favor, no hables de mí... si acaso, hazlo de ti mismo...

Entradas populares de este blog

Al Canfrán a varear fideos...

Debe ser de cuando te mandaban “al Canfrán a varear fideos” o incluso de aquella mar salada de los ‘mecachis’... el caso es que siempre llevo puesto algo de casa [que es como decir algo de antes] en la jodida cabeza... y nado entre una pasión libidinosa por decir lo que me dé la gana y un quererme quedar en lo que era, que es lo que siempre ha sido... pero todo termina como un apresto en las caras, mientras el hombre de verdad dormita entre una sensación de miedo y otra de codicia... ¡brup!... lo siento, es el estómago que anda chungo... y tengo ideología, claro, muy marcada, y la jodida a veces no me deja ver bien, incluso consigue que me ofusque y me sienta perseguido... a veces hago listas de lo que no me gusta y de los que no me gustan... para qué, me digo luego, y las rompo... si al final todo quedará en lo plano y en lo negro, o en lo que sea, que al fin y al cabo será exactamente lo mismo... es por eso que hay días en los que me arrepiento de algunas cosas que he hecho, casi t

Los túneles perdidos del Palacio Ducal bejarano.

Torreón del Palacio Ducal con el hundimiento abajo. De chiquitillo, cuando salía de mis clases en el colegio Salesiano, perdía un buen ratito, antes de ir a mi casa, en los alrededores del Palacio Ducal bejarano. Entre los críos corrían mil historias de pasadizos subterráneos que daban salida de urgencia desde el palacio a distintos puntos de la ciudad y nos agrupábamos ante algunas oquedades de los muros que daban base a los torreones para fabular e incluso para ver cómo algún atrevido se metía uno o dos metros en aquella oscuridad tenebrosa y estrecha. Ayer, en mi curioso pasar y por esa metichería que siempre tenemos los que llevamos el prurito de la escritura, escuché durante el café de la mañana que se había producido un hundimiento al lado de uno de los torreones del Palacio Ducal y corrí a pillar mi cámara y me acerqué hasta el lugar. Allí, bajo el torreón en el que se ha instalado una cámara oscura hace un par de meses, había unas protecciones frugales que rodeaban un aguj