Ir al contenido principal

29 de diciembre


Así acabé y comencé el año.



29 de diciembre de 2011
Me levanto de la cama al amanecer y ya me siento al pairo por la vida, sometido a las decisiones de la política nacional e internacional, machacado por el cambio del dólar con el euro, roto por las bofetadas de los ladrones egregios (que además son ladrones de esperanza)... y todo va a los ácidos del cuerpo, a hacerlos bullir y crear espantos en las tripas que, a su vez, no me dejan pasar los días tranquilos entre los hijos de puta menores, esos de andar por casa que son especialistas en sumar amargura gratuita a todo lo amargo... y sueño con huir como Roger O. Thornhill, sin saber de qué, ni por qué, ni hacia dónde... o simplemente con subirme a la Noria del Prater de Viena y mirar al gentío con mirada Harry Lime [‘... piensa que son como hormigas... ¿dudarías en pisarlos si supieras que cada vez que lo haces obtendrías una buena ganancia?’]... a veces pienso que algunos hombres no se merecen ni una tumba, y menos la conmiseración... ni siquiera mi odio, que ya es mucho decir...
Y luego notar a poquitos cómo te haces viejo, un viejo gruñón y cabreado con el mundo, con todo y con todos... y es que la incapacidad le vuelve a uno gruñón... porque ya no soy capaz de casi nada, coño, de casi nada... porque estoy atrapado en una estructura hermética, ficticia y hermética... un enredo del que no podré salir jamás, un enredo hecho de tedebos y medebes, de tequitaré si no sigues el camino dirigido que te hemos puesto hasta el final... y no sé si merece la pena estar así, sentirme tan amarrado como me siento, cuando sé a ciencia cierta que todo es fácil, que simplemente he de decir basta y arrancar de nuevo como me salga de los cojones... pero las cargas pesan... la familia (vaya estructura, amigos, una puta losa llena de trampas), el trabajo con cada uno de mis empleados como una de esas pesas de mil kilos que intentaban levantar en el diecinueve dos forzudos con bigote, las derramas sociales hechas de falsa moral y afectos inexistentes... y la tierra, este cabrón apego a la tierra irracional de uno, este quedarse siempre en el mismo lugar con un ancla oxidada clavada a cien metros de profundidad, inamovible... Sí, viejo y gruñón, que es lo que me queda, gruñir, quejarme como una niña meona y echar pestes por la boca como único método de gastar la adrenalina inútil...
Hoy, tomando el café de la mañana, uno de mis contertulios cafeteros contaba que se va cuatro días a cazar a la Pampa o a archivar monos al Brasil, que igual da que da lo  mismo, y los demás nos reíamos de él como si fuera una locura infantil, pero la verdad es que se va el tipo... a cazar gansos... cuatro días a cazar gansos a la Pampa... es la vida de los triunfadores, de los neoliberales que más que personas son tramitas Letraset, pero jodidas tramitas... lo que podría hacer yo con el coste de ese viaje (y los gansos seguirían volando libres, coño)... veis, me pierdo siempre en lo particular, y es por eso que estoy reviejo, por perderme en lo particular. Stalin o Reagan no andaban perdiendo el tiempo en lo particular, eran grandes hijos de la chingada, pero sabían cómo ser hijos de esa marronosa chingada... jodiendo al mundo entero y teniendo funerales pimporros... en fin.... que yo no puedo ser ni un diez por ciento de mí, y eso me mata, me ahoga y me mata.
Y me afeito la barba y queda mal, queda fatal (el pelo mal cortao, a los dos días está igualao), pero es un gesto estético hacia todo y hacia mí mismo... peladito.

Comentarios

  1. Hugo Izarra ha dejado un nuevo comentario en su entrada "29 de diciembre":

    Cada vez que a uno de estos cazagansos les explota el rifle en la puta cara
    soy el hombre más feliz del mundo.

    Afeitarse es un mal cíclico y necesario. Pero es verdad que renegar de la
    barba es una traición de todo hombre. Como afeitarse las cejas, la cabeza o
    el pecho. O las pelotas.

    La excusa de la comodidad no me vale. Es una traición, como la
    metrosexualidad. Como la caza neoliberal de gansoflautas.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Por favor, no hables de mí... si acaso, hazlo de ti mismo...

Entradas populares de este blog

Al Canfrán a varear fideos...

Debe ser de cuando te mandaban “al Canfrán a varear fideos” o incluso de aquella mar salada de los ‘mecachis’... el caso es que siempre llevo puesto algo de casa [que es como decir algo de antes] en la jodida cabeza... y nado entre una pasión libidinosa por decir lo que me dé la gana y un quererme quedar en lo que era, que es lo que siempre ha sido... pero todo termina como un apresto en las caras, mientras el hombre de verdad dormita entre una sensación de miedo y otra de codicia... ¡brup!... lo siento, es el estómago que anda chungo... y tengo ideología, claro, muy marcada, y la jodida a veces no me deja ver bien, incluso consigue que me ofusque y me sienta perseguido... a veces hago listas de lo que no me gusta y de los que no me gustan... para qué, me digo luego, y las rompo... si al final todo quedará en lo plano y en lo negro, o en lo que sea, que al fin y al cabo será exactamente lo mismo... es por eso que hay días en los que me arrepiento de algunas cosas que he hecho, casi t

Los túneles perdidos del Palacio Ducal bejarano.

Torreón del Palacio Ducal con el hundimiento abajo. De chiquitillo, cuando salía de mis clases en el colegio Salesiano, perdía un buen ratito, antes de ir a mi casa, en los alrededores del Palacio Ducal bejarano. Entre los críos corrían mil historias de pasadizos subterráneos que daban salida de urgencia desde el palacio a distintos puntos de la ciudad y nos agrupábamos ante algunas oquedades de los muros que daban base a los torreones para fabular e incluso para ver cómo algún atrevido se metía uno o dos metros en aquella oscuridad tenebrosa y estrecha. Ayer, en mi curioso pasar y por esa metichería que siempre tenemos los que llevamos el prurito de la escritura, escuché durante el café de la mañana que se había producido un hundimiento al lado de uno de los torreones del Palacio Ducal y corrí a pillar mi cámara y me acerqué hasta el lugar. Allí, bajo el torreón en el que se ha instalado una cámara oscura hace un par de meses, había unas protecciones frugales que rodeaban un aguj