El pintor vejete de la Plaza Mayor andaba esta mañana convenciendo a la camarera del Titanic para que le hiciera un posado desnuda con el fin de pintarla... le decía... ‘yo miro con ojos de artista, mi niña, no como otros’... y reía mientras la miraba goloso... al otro lado de la barra le escuchaba el borrachito solitario, sonreía y hacía gestos como si estuviera en la conversación... y yo estaba con un buen colega charlando sobre su última operación y los efectos de la quimioterapia que estaba sufriendo en estos días... cinco vidas cruzadas en un café (el viejo pintor, la camarera del Titanic, el borrachito, mi amigo recién operado y yo) para ponerse frente al mundo de los absurdos y de las mentiras... cinco verdades a medias para solapar los días comunes con alguna sonrisa o solo con compartir el daño de palabra para que sea menos, que lo compartido conlleva siempre menos dolor.
Mi amigo vestía un abrigo loden en color azul marino y, aunque está de baja por su reciente operación, va a trabajar porque dice que trabajando se olvida del mal rollo físico... y todo lo relataba con naturalidad y una sonrisa franca, que la vida debe ser eso, como la muerte... ‘Felipe, nos complicamos tanto... lo primero es la salud, pero la salud de saber ser, la de saber vivir... el cuerpo siempre tiene sus momentos bajos, pero si sabes vivir, esos momentos bajos son solo circunstanciales, como cuando no tienes para tabaco una noche de curro... y el resto es fácil, porque el resto consiste en comprender que lo demás no es importante... mira, ponte en el caso que te cuento y piensa: acostado boca arriba en una cama de la UCI sin poder apenas moverte durante varios días porque acaban de operarte y no sabes qué sucederá... y afuera tienes deudas propias y ajenas, casa, coche, bancarios que te persiguen para que pagues el último recibo de un leassing o para que pongas en positivo tus cuentas... y también la presión de lo político –que ahora es pura mierda económica–, de lo social... y las mingadas morales des si esto está bien o mal... ¿qué sería lo realmente importante para ti?... coño, pues poder moverte, poder ir a mear por tus medios, poder recibir el agua templada de una ducha en la cara, poder rascarte donde te plazca... solo eso, amigo... solo eso... y así de sencillo debiera de ser el pensamiento humano en cada uno de sus estadios... y a las dos semanas ya te levantas un ratito de la cama y te sientas en un sillón de hospital a ojear una revista o te has muerto... y nada ha cambiado en el mundo de los demás, solo en el tuyo... ¿por qué coño no somos conscientes de eso cuando vamos a la oficina o cuando firmamos un crédito (el que pueda firmarlos, claro)?, ¿por qué siempre buscamos el acomodo de un sistema hecho para jodernos, y lo hacemos buscando falsa tranquilidad, que siempre termina en dolorosas cadenas?... si todo se termina cuando acaba y nada acaba si tú sigues respirando...’... y yo pensaba que la perorata de mi colega encerraba una verdad patente que apenas somos capaces de atisbar... hay crisis (en cualquiera de los sentidos de esta palabra) porque para nosotros es más fácil vivir en el mundo hecho por otros y en las normas dictadas por esos mismos otros... nos cuesta un huevo tomar decisiones propias, decir –enredando en la conversación de mi amigo– voy a mear yo solo o voy a dar una vuelta con el gotero por el pasillo sin que tenga que venir nadie a indicárnoslo... sentir el impulso y buscar la superación sería la máxima, y hacerlo todo con la voluntad positiva de dar pasos adelante (aunque ello suponga a veces volver atrás todo el camino).
Estamos como estamos porque nos encanta dejarnos llevar, porque es cómodo que otro gestione lo de todos y humillar mansamente ante sus decisiones porque eso es más fácil que enfrentarse a los problemas de primera mano... si dejamos de comer mañana, moriremos seguro en unas pocas semanas, pero si dejamos de pagar a los hijos de puta del dinero con tranquilidad, seguiremos respirando y la vida tomará otro cariz, peor o mejor, pero otro cariz, un cariz en el que nosotros damos el paso para marcar el estado de mañana... y quizás algo empiece a cambiar.
El pintor vejete seguía defendiendo su ‘mirada de artista’, el borrachito reía a carcajadas y la camarera del Titanic se sonrojaba como nunca la había visto. Mi amigo y yo nos fuimos a rematar los trabajos del día después de una palmada mutua en nuestras espaldas.
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