'Decirlo todo en una línea, eso es lo que quiero', me decía Josetxo mientras fumábamos un cigarro tras otro en el frío del patio de su casa... 'decirlo todo en una línea de trazo limpio, porque los hombres tendemos siempre a emborronar'... y se admiraba del Tàpies capaz de pensar cosas como esa... decirlo todo en una línea.
Y volví a casa con el runrún de aquella frase que J. pronunció mirándome a los ojos como buscando exactamente en los míos esa jodida línea... y la frase se instaló en mí para que me percibiese como un tipo saprótrofo en la constate eterna de consumir la materia orgánica de las ideas de otro... y es que J. también lo había hecho, J. también estaba siendo saprótrofo con Tàpies, que seguro que también lo había sido en toda su vida con cualquier cosa que tocase su percepción... y me puse a hacer líneas únicas sobre papeles y cartones, líneas que a veces me resultaban obscenas por no ser mías, y me decía: ‘una línea siempre es una copia de otra línea’... y entonces la emborronaba con otros miles de líneas intentando ocultarla, intentando borrar todo vestigio de otros en aquel gesto gráfico que intentaba ser yo sobre todas las cosas, siendo otro... y salían dibujos de objetos conocidos, de personas e insectos... pero yo seguía viendo en cada dibujo la línea primera, la que había intentado tapar con mentiras significativas.
Todo para darme cuenta ahora mismo, en este momento exacto, de que J. me enseñó entre cigarros que el yo está siempre en el primer gesto... y que ese primer gesto siempre debiera ser también el último.
Las líneas que se tapan otros no ven, pero uno recuerda donde está... Y lo peor es que no desaparece, sino sólo la escondes...
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