Se despierta el domador y pone a calentar los látigos junto a los fogones, mientras grita a su esposa reclamando el café primero. Se sienta y sonríe enseñando sus dientes blanquísimos de dueño de todo. Pellizca con fuerza las nalgas de su esposa mientras le sirve y respira hondo. Bebe. Se levanta con pausa y estira los brazos. Se embucha en una vieja casaca roja con pasamanería dorada. No se abrocha. Toma los látigos y se va hacia las jaulas de las fieras, que le esperan ausentes para las firmas. Da una orden enérgica y todas las bestias le miran con un temor cándido.
- Hoy toca subir los impuestos.
Las bestias humillan y corren a hacer porcentajes en lo más oscuro de sus sucias jaulas... se sienten felices, pues después del trance aritmético siempre hay carne humana que echarse a las tripas.
El domador deja que una leona virgen le lama sumisa su oscura entrepierna.
El día se nubla.
Me temo que va a estar nublado mucho tiempo, Luis Felipe.
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