Jugar al cíclope, como en el capítulo siete de Rayuela, o simplemente jugar al Cortázar postmasmédula, a aquel Cortázar tan Girondo de “Apenas él le amalaba el noema... ¡Evohé¡ ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balpamar, pernilos y márulos...”... no, mejor jugar al cíclope y cansarte de no estar cansado o jugar a cerrar los ojos para ver e imaginar que la felicidad está más cerca... quienes piensan demasiado no pueden hacer nada... he aquí la regla fundamental del juego de La Maga... y uno está tan triste porque todo es tan hermoso... ¿y si quienes forman mi mundo solo fueran ilusiones... no lo que son, sino mis ilusiones de ellos, no sus verdades, sino mis mentiras?... todo sería un juego estético personal, un juego magnífico en el que crecer... salgo a la calle, voy a por tabaco hasta PdT, doblo la esquina cuesta arriba, estoy solo en la calle, estoy solo en la esquina... subo hasta que las puertas de cristal detectan mi presencia y se abren como puertas... estoy solo en el recibidor de PdT... entro en la cafetería como agotado (este pinzamiento último es especialmente cabrón) y no hay nadie en la barra... silbo un ragtime y espero... estoy solo... al poco aparece uno de los camareros por el portón de la cocina... “¿cambio, Felipe?”... “cambio”... me entrega cinco monedas en la mano y le doy las gracias mientras veo que pone en marcha el mecanismo que me permitirá sacar tabaco... y se va... estoy solo otra vez... y decido hacerme una pequeña trampa estética, compro Winston evolution en vez de mi Chester de siempre... como nadie me ve... digo adiós a nadie, por pura educación, y salgo otra vez a la plaza, bajo la cuesta solo, doblo la esquina solo mientras desvirgo el paquete y saco un pitillo que pongo entre mis labios... camino solo hasta la puerta de la imprenta... me detengo y enciendo el cigarro... sigo solo... y abro para meterme de nuevo en el delicioso juego Cortázar... “bajar, bajar, bajar, salir a la calle, salir solo, empezar a caminar, caminar solo, hasta la esquina, la esquina sola, el café de Max, Max solo, el farol de la rue de Bellechase donde... donde solo...”... tengo miedo porque quiero estar seguro, no sé de qué, pero tengo miedo de no estar seguro... no sé decir lo que siento, pero sé que estar de acuerdo con algo o con alguien es la peor de las ilusiones... y no sé por qué lucho contra el tiempo... y me apasiona el ahora, pero siempre pienso en clave de ayer... y así fracaso... pero no puedo hablar de estas cosas con nadie, solo sé dar vueltas sobre mí mismo... cada vez vamos sintiendo menos y recordando más... si fuera al contrario sería bien lindo, pero no... quisiera no necesitar saber, vivir en el desorden total sin saberlo, nadar en mi desorden con cara de felicidad, sin conciencia alguna, pero no, pero no... y empieza a llover, y huele a tierra (que es como me gusta que huela una mujer), pero aún no llueve adentro y por eso sé que no estoy vivo del todo... solo conmigo y solo entre los demás... pero no quiero juzgarme, aunque lo hago cada segundo, no quiero... y además hay que vivir... sí, por eso escribo, y también porque no sabes leer, porque de otra forma no escribiría, escribo porque no vas a entenderme nunca, porque nadie va a entenderme nunca... yo siento intensamente, pero no sé lo que siento, no sé explicarlo, y eso también me da miedo, y me cansa, me cansa mucho ser siempre yo mismo... en fin... oye, el mundo no puede ser esto, no puede ser el camino diario desde casa a mi empresa, desde mi empresa al café donde compro el tabaco, del café a mi empresa, de mi empresa a la casa... y quiero tumbarme en la acera para ver mi casa del revés, la calle del revés, mi empresa del revés... tumbarme y reír a carcajadas porque me habré dado cuenta de algo importante que no le importa a nadie, me habré dado cuenta de que es fácil cambiar el punto de vista en el justo centro de la monotonía... si lo hago, nadie pasará a mi lado sin mirarme y pensarán que soy un loco... será el mismo espacio transitado, la misma gente... pero yo el absurdo necesario que lo empiece a cambiar todo...
Hoy quiero jugar al cíclope, como en el capítulo siete de Rayuela.
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