Por una parte fue ciertamente hilarante, pero por otra parte me resultó algo triste. Había entrado con ojos curiosos al Museo de la Marina, en El Callao, y me uní a un grupo de escolares que escuchaban distraídos a una guía con su perorata bien aprendida… hacía fotos aquí y allá, me despistaba del grupo embobado con los dibujos de las cerámicas mochicas y chimús, tocaba con mis manos las originales embarcaciones de palma, los cañones, los asombrosos mascarones de proa de viejos barcos españoles… hasta que de pronto empecé a percibir cómo la guía del museo alentaba poco a poco un sentimiento antiespañol en el grupo de escolares… torturas, robos, asesinatos, violaciones… y comencé a prestar más atención a sus palabras… hasta que pidió un aplauso a los chicos por una victoria de Miguel Grau ante un par de naves españolas… los chicos aplaudieron con alboroto y hasta escuché un ‘¡viva Perú!’ con sordina… y seguí el ritmo narrativo de la guía contando batallas contra españoles y chilenos, victorias pírricas y momentos heroicos (algunos verdaderamente jocosos)… y de pronto me entró curiosidad por conocer los nombres de todos aquellos héroes y próceres que propiciaron la liberación e independencia del Perú… leí cada uno de los escritos que estaban en las peanas de los rostros militares esculpidos en bronce… ¡todos eran apellidos españoles!… es decir, que españoles de segunda o tercera generación establecidos en Perú lo liberaron de otros españoles de segunda o tercera generación que también habitaban aquellas tierras, pero que rendían pleitesía a la corona española… vamos, que aquello fue una lucha entre españoles por conseguir el control de las especias y los metales preciosos y para nada fue una liberación de los verdaderos habitantes originarios de las tierras peruanas, los pueblos indígenas, que serían masacrados y minusvalorados igual por unos que por otros (esto hasta nuestros días)… flipaba en colorines… no eran peruanos buscando su independencia, su crecimiento autónomo como sociedad liberada del yugo español… eran españoles liberando el Perú de otros españoles (es decir, haciéndose con el control de una riqueza que pertenecía a las poblaciones indígenas). Y presentí algo de pesas falsas en ese orgullo antiespañol, cierto asunto de historia montada con un fin, y no precisamente glorioso.
Cuando terminó la visita, no pude por menos de decir en alto: ‘me han dado ustedes bien en este viaje’… la guía sonrió y, muy amable, me regaló un librito con la historia de Grau en viñetas, regalo que agradecí devolviéndole la sonrisa.
La Historia con mayúsculas precisa aclaraciones y menos entusiasmo por lo legendario… que eso al final hace daño… además de no ser verdad.
Se repiten las historias...algo parecido sentí en México y curiosamente eran curas los principales artífices del movimiento revolucionario.
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