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COMENDADOR

A LAS PUERTAS DEL CIELO

Yo quería la carabina roja con cachas de madera que disparaba bolitas negras de goma y mi madre decía: “en esta casa no entran armas, ni de juguete, mi niño, pídeme otra cosa, lo que quieras”, pero yo quería aquella carabina roja que se veía radiante en el escaparate de la Ferretería Fraile. Ahora ya no la quiero. Ahora solo recuerdo que los escaparates de entonces (¿sería el año 1966?), los de las mejores tiendas, eran como tumbas de ricos, todos de mármol negro pulido y con letras de metal que hubieran hecho un perfecto ‘R.I.P.’ en estos días.

Me pasaba las horas muertas con la cara pegada al escaparate de la Ferretería Fraile mirando aquella carabina roja mientras los norteamericanos hacían explotar los veinte kilotones de Maxwell en Nevada.

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