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Mirar atrás.

Mirar atrás y darte cuenta de que ya eras una estatua de sal antes de volver la vista, que no hiciste lo que deseabas, ni amaste como querías. Mirar atrás como en un vagón antiguo de un tren en marcha, con el pañuelo al viento diciendo adiós.
Morir es otra cosa que acabar con el cuerpo, algo muy distinto del final en un nicho o una tumba, es ser consciente de lo que te has perdido, de lo que no has hecho ni tienes ya posibilidad de hacer. Morir es claudicar y vivir del recuerdo, sentirte agotado y decir ya no puedo más dejándote a la astenia. Morir es ubicarse, definirse, triunfar, acabar algo, sentarse en una idea y no enredar en otras, dejar de buscar, rendirse, sentirse obligado, seguir una moral a pies juntillas, admitir que no puedes, aburrirse, ceder a los chantajes de los otros, asentir sin tamizar tu sí en el pensamiento crítico, pagar todas tus deudas...
Morir es no salir cada día a la vida con la decisión de jugártela o simplemente dejarte caer en el sofá porque sientes que no puedes con lo que te rodea.
Mirar atrás y pensar que el horizonte siempre queda a tu espalda.

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