Lo circunstancial acaba siendo siempre el fundamental argumento para un cambio profundo en mi personalidad. Lo tengo claro. Cualquier cosa o persona que me llega sin querer y sin buscarla, termina llevándome a planteamientos personales de cambio de dirección que, mirándolos con distancia, producen auténticos zig-zag en mi camino. Por ello he de ser cauto siempre, pero también receptivo, y debo aprender cada día más a sopesar el valor de lo circunstancial que me llega y las consecuencias de futuro que pueda acarrearme.
(12:30 horas) Hoy es sábado y estoy dedicado de lleno a salvar un trabajo editorial para mi amigo Urceloy, una colección de plaquettes de los alumnos de su taller de poesía. Con un retraso patente, ordeno todo el material –ya tirado en máquinas– y dejo preparado todo para empezar a darle el remate el lunes por la mañana.
El caso es que me ha sucedido como en otras muchas ocasiones, que lo que en la cabeza funciona con facilidad, en la práctica toma tintes caóticos y se llena de dificultades.
En esta edición podría haber resuelto en tiempo perfectamente sólo con haber realizado una suerte de antología en libro único, lo que conllevaría la realización de una sola cubierta y una maquetación de corrido... con el resultado de que mi Urce ya tendría hace unos meses su trabajo entregado... Pero mi propuesta –aceptada por él con alegría– me ha llevado a realizar 16 cubiertas distintas y a tratar a cada autor con los parámetros de una edición independiente, por lo que lo que iba a ser un solo volumen, se ha convertido en una colección de 16 títulos más un envase que los contenga.
Aunque ya voy viéndole la luz al asunto, estoy jodido, porque mi retraso puede afectar al devenir profesional de mi colega... así que tiraré el fin de semana a tope para ver si puedo solucionar en el curso de la semana que viene.
Lo siento por Jesús y le pediré mil disculpas cuando lo tenga junto a unas cervezotas, porque en esta edición ha mandado mi carácter y, cómo no, he salido derrotado, como casi siempre. ¡¡¡¡Joder!!!!
(22:45 horas) Vencido como una palmera huracana estoy ahora. Toda la mañana y parte de la tarde poniendo orden en el trabajo Urce, y para remate, a eso de la 6,30 h. p.m., me he metido una reunión con José María Hernández Díaz, Juan y Santi (estos dos últimos de Premysa) con el tema central de Nicomedes Martín Mateos. Sí, me merecía este sábado de pasión –con perdón de mis contertulios– porque ando algo dejado en todo lo que no percibo como sólo mío.
Lo mejor es que llego de cenar y me encuentro el afecto de Jesús en el mail –gracias por tu amistad y tu comprensión, hermano– junto a una poética deliciosa que ha escrito para no sé qué medio. Comulgamos valores y sensaciones... y eso ya es mucho en estos tiempos perdularios.
Y a descansar... a descansar leyendo a Alejandra para pillar gasofa... «Cualquier intento de explicación es inútil. No sé hablar. No puedo hablar. He dicho que la lluvia me da miedo. Arbitrariedad. Yo me doy miedo. Mi vida es demasiado grande e importante para que yo –alguien como yo– la lleve. [16 de julio, lunes. 1962]»... Y yo tampoco... a mí también... yo también... mi vida también, Alejandra, triste Alejandra, calavera Alejandra... pero no muerta... jamás muerta.
(12:30 horas) Hoy es sábado y estoy dedicado de lleno a salvar un trabajo editorial para mi amigo Urceloy, una colección de plaquettes de los alumnos de su taller de poesía. Con un retraso patente, ordeno todo el material –ya tirado en máquinas– y dejo preparado todo para empezar a darle el remate el lunes por la mañana.
El caso es que me ha sucedido como en otras muchas ocasiones, que lo que en la cabeza funciona con facilidad, en la práctica toma tintes caóticos y se llena de dificultades.
En esta edición podría haber resuelto en tiempo perfectamente sólo con haber realizado una suerte de antología en libro único, lo que conllevaría la realización de una sola cubierta y una maquetación de corrido... con el resultado de que mi Urce ya tendría hace unos meses su trabajo entregado... Pero mi propuesta –aceptada por él con alegría– me ha llevado a realizar 16 cubiertas distintas y a tratar a cada autor con los parámetros de una edición independiente, por lo que lo que iba a ser un solo volumen, se ha convertido en una colección de 16 títulos más un envase que los contenga.
Aunque ya voy viéndole la luz al asunto, estoy jodido, porque mi retraso puede afectar al devenir profesional de mi colega... así que tiraré el fin de semana a tope para ver si puedo solucionar en el curso de la semana que viene.
Lo siento por Jesús y le pediré mil disculpas cuando lo tenga junto a unas cervezotas, porque en esta edición ha mandado mi carácter y, cómo no, he salido derrotado, como casi siempre. ¡¡¡¡Joder!!!!
(22:45 horas) Vencido como una palmera huracana estoy ahora. Toda la mañana y parte de la tarde poniendo orden en el trabajo Urce, y para remate, a eso de la 6,30 h. p.m., me he metido una reunión con José María Hernández Díaz, Juan y Santi (estos dos últimos de Premysa) con el tema central de Nicomedes Martín Mateos. Sí, me merecía este sábado de pasión –con perdón de mis contertulios– porque ando algo dejado en todo lo que no percibo como sólo mío.
Lo mejor es que llego de cenar y me encuentro el afecto de Jesús en el mail –gracias por tu amistad y tu comprensión, hermano– junto a una poética deliciosa que ha escrito para no sé qué medio. Comulgamos valores y sensaciones... y eso ya es mucho en estos tiempos perdularios.
Y a descansar... a descansar leyendo a Alejandra para pillar gasofa... «Cualquier intento de explicación es inútil. No sé hablar. No puedo hablar. He dicho que la lluvia me da miedo. Arbitrariedad. Yo me doy miedo. Mi vida es demasiado grande e importante para que yo –alguien como yo– la lleve. [16 de julio, lunes. 1962]»... Y yo tampoco... a mí también... yo también... mi vida también, Alejandra, triste Alejandra, calavera Alejandra... pero no muerta... jamás muerta.
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