Ir al contenido principal

Tócame.

Tócame y notarás el frío, pero no temas, que jamás me harás daño. Solo sentirás el latido del hombre que he trabado en mí durante estos fáciles cincuenta años de vida en los que no me hizo falta un tronco al que asirme hasta tocar la costa [presiento que a partir de ahora seré el náufrago].
Tócame y sabrás que no estás tocándome a mí, sino a los días en los que fui orgulloso y me creí salvado… notarás el fresquito del angosto pasillo que lleva hasta donde estoy de verdad, desnudo, en posición fetal. Sabrás entonces que no podrás impedir que yo suceda fuera de mí y que sobreviva en mi escondite hasta que el cuchillo haga la marca sobre el alambre y todo sea la nada que ya ha sido.
También puedes tocarme para saber mi piel sedimentaria y sus plegadas fallas, tocarme la cutícula y los caídos bosques que decoran sin gracia mis abismadas frondas, tocarme las pestañas y las papilas quemadas por el tabaco y la sopa caliente, tocarme el interdedo y la cruel queratina de las uñas, el miembro hasta la crema amarga y el laberinto infecto del escroto; tocarme el cabello suave y caedizo como si fueras a la lluvia, tocarme las corvas y los muslos como a un caballo viejo, el lomo como al perro rendido, el rosario que me muele la espalda, el pecho de sabana o tundra, los pies deshechos… pero apenas tendrás de mí una imagen que no se corresponde con mi coreografía.
Tócame con angustia científica, buscando en los estratos los besos que no he dado y el deseo que murió en los lavabos… indaga en la pasión callada al tocarme y búscate en ella como una caridad o dos monedas.
Tócame… y notarás frío.

Comentarios

  1. No sé quién será esa ruina humana, pero desde luego tú no lo eres. Doy fe desde los cálidos abrazos que me han cobijado.
    Un besazo.

    ResponderEliminar
  2. ¿Por qué me pone tan triste esta música, tus palabras? Lloro y te doy las gracias.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Por favor, no hables de mí... si acaso, hazlo de ti mismo...

Entradas populares de este blog

Al Canfrán a varear fideos...

Debe ser de cuando te mandaban “al Canfrán a varear fideos” o incluso de aquella mar salada de los ‘mecachis’... el caso es que siempre llevo puesto algo de casa [que es como decir algo de antes] en la jodida cabeza... y nado entre una pasión libidinosa por decir lo que me dé la gana y un quererme quedar en lo que era, que es lo que siempre ha sido... pero todo termina como un apresto en las caras, mientras el hombre de verdad dormita entre una sensación de miedo y otra de codicia... ¡brup!... lo siento, es el estómago que anda chungo... y tengo ideología, claro, muy marcada, y la jodida a veces no me deja ver bien, incluso consigue que me ofusque y me sienta perseguido... a veces hago listas de lo que no me gusta y de los que no me gustan... para qué, me digo luego, y las rompo... si al final todo quedará en lo plano y en lo negro, o en lo que sea, que al fin y al cabo será exactamente lo mismo... es por eso que hay días en los que me arrepiento de algunas cosas que he hecho, casi t

Los túneles perdidos del Palacio Ducal bejarano.

Torreón del Palacio Ducal con el hundimiento abajo. De chiquitillo, cuando salía de mis clases en el colegio Salesiano, perdía un buen ratito, antes de ir a mi casa, en los alrededores del Palacio Ducal bejarano. Entre los críos corrían mil historias de pasadizos subterráneos que daban salida de urgencia desde el palacio a distintos puntos de la ciudad y nos agrupábamos ante algunas oquedades de los muros que daban base a los torreones para fabular e incluso para ver cómo algún atrevido se metía uno o dos metros en aquella oscuridad tenebrosa y estrecha. Ayer, en mi curioso pasar y por esa metichería que siempre tenemos los que llevamos el prurito de la escritura, escuché durante el café de la mañana que se había producido un hundimiento al lado de uno de los torreones del Palacio Ducal y corrí a pillar mi cámara y me acerqué hasta el lugar. Allí, bajo el torreón en el que se ha instalado una cámara oscura hace un par de meses, había unas protecciones frugales que rodeaban un aguj