Me siento precipicio si me miro hacia abajo, un precipicio íntimo que no sigue los ritmos que le marco, y entonces me siento ‘tú’ más que ‘yo’, porque me miro como de lejos y me veo allí y no aquí, donde ocupan los ojos el juego singular de los puntos de vista... y así me quiero y me desquiero, me admiro de lo que soy y me amargo por lo que pueda ser... que este acá no es lo mismo que aquel allá del vientre redondeado, del sexo descansando entre su bosque, de muslos y rodillas que se doblan igual que las cartas que envío... me desencuentro así cada mañana, como en mitades raras, desnudo y tiritando... e imagino el atrás que los ojos no alcanzan como esos ‘porsupuestos’ de lo dado por hecho...
Vivir entre estos huesos, que juegan a quebrarse sin hacerlo, a veces me resulta un contratiempo, pues me siento en mitades y no entero... otras veces me olvido del andamio y dejo que mis manos se acurruquen en el suave correr del entremuslo... y me acerco despacio hasta ese vértice que me engaña en el tacto con su crema... no es vicio, es tacto solamente, tacto de mí intimísimo y secreto, tacto tibio que nubla y apetece... ¿por qué tuerces el gesto si te digo que me calma del tedio este cocerme a fuego lento, este sentirme vivo en el latido neto?... mi cuerpo es mi maraña preferida y aún ando en el trajín de conocerlo, mi cuerpo es cada pausa que crepita y yo soy el topógrafo de intentos de cada gota suya... del temblor avariento de los dedos, del fragor de los ojos, del reflujo anestésico del miembro... mi cuerpo es un compuesto hecho de poros, de cánceres posibles, de violencias pequeñas en los músculos, de líquidos viscosos y de huecos... y yo lo miro siempre desde este justo extremo... y unas veces es cripta, y otras veces fuego... las olas de la lengua van dejando palabras en los labios... y me toco y me enredo y me detengo un rato y luego vuelvo al cuerpo como a la hierba fresca, a pastarlo y tenerlo, a sentir sus potencias, a guardar sus defectos, a gozar de sus jugos, a tensarlo y olerlo...
Me siento precipicio si me miro hacia abajo, un precipicio que a veces es la zarpa y a veces no es mi cuerpo.
O sea seria como una introduccion a un poema sobre tu cuerpo.
ResponderEliminarNo, Ordago13, es el poema sin pulir, en una primera toma.
ResponderEliminarPues me gusta sin pulir, así, tal cual.
ResponderEliminarGenial
Pulir es esconder...
ResponderEliminarY poner marco, también... bicho, jeje.
ResponderEliminarEnmarcar tiene algo que ver con eso, pero no es lo mismo.
ResponderEliminarEra una coña, Albertín... a veces el poema debe quedar en el primer impulso, pero otras muchas veces debe perder hojas secas para que se vea nítido y sin hojarasca... la verdad es que no suelo conseguirlo, amigo... y además soy de los que pulen poco, pues siempre confié en mi instinto y en el primer golpe.
ResponderEliminarUn abrazote.
Pues claro que es una coña... y como te conozco, sentencié en consecuencia.
ResponderEliminarEs que cuando sentencias, me acojonas... y encima va perdiendo el Barça 3-1
ResponderEliminarMe encantóooooo! Qué danza de palabras!!!
ResponderEliminarSaludos desde Buenos Aires...
Con la venia.
ResponderEliminarPulir o no pulir, he ahí la cuestión. En cualquier caso, este poema no es un poema cualquiera. Tiene vida y "encarnadura", y versos poderosos. Un placer.
Saludos.