De ahora mismo, lo juro.
Entra en mi imprenta una mujer de unos cincuenta años muy bien preparada:
- Buenas tardes. Venía a ver cuánto cuesta sacar un libro.
- Bien, antes debiera traernos un documento informático con el texto para que calculemos la paginación, ajustar el tamaño que usted quiere, saber si desea las cubiertas en color o a una tinta, si hay que maquetarlo o lo trae usted maquetado... una serie de cuestiones que necesitamos saber para acercarnos al precio.
- Sí, pero si me pudiera decir cuánto ha costado alguno de los que haya hecho...
- Por supuesto...
Y miré en el computer, en la sección de libros realizados, busque los ejemplares para enseñarle, los miró mientras decía que unos le parecían pequeños, otros demasiado grandes, que el papel no le gustaba... esa serie de cosas que se dicen cuando uno no tiene nada claro.
Entonces me miró fijamente a los ojos y me preguntó:
- ¿Y qué voy a ganar yo con todo esto?
- Pues no lo sé, usted sabrá qué precio le pone al público, luego está venderlos y hacer cuentas.
- Vaya, pero yo creía que usted hacía los libros y luego me daba un dinero por cada uno, no sé, cuatro o cinco euros.
Se me saltaron las lágrimas y la mujer, sin decir adiós, abrió la puerta y se alejó caminando.
Es la hostia a lo que estamos llegando.
Comentarios
Publicar un comentario
Por favor, no hables de mí... si acaso, hazlo de ti mismo...