Ir al contenido principal

Perú [35] :: Los viajes del viaje (VI) ::




EL VIAJE ALUCINADO

El “Bar Lagunilla Che” en el centro del desierto de Paracas, el “Edificio Jusán” en una de las cuadras de Trujillo, el crucifijo inexpresable con una gaviota constante en su cimera, tres taxistas empujando sus taxis hasta el próximo dispensador de fuel [siempre van justos], la vendedora de cáscaras de naranja y toronja hechas hilitos, los numerosos y distintos cuerpos de policía ocupándolo todo, los cacheos en las agencias “Soyuz” y “Línea” [para hacer un viaje de autobús por el interior del país tienes que dar tu documentación completa, poner tu huella dactilar junto a tu firma, pasar un arco de metales y pasar un rígido control de equipaje], las librerías que te ofertan libros nuevos, libros viejos y copias de ambos a menos de la mitad de su precio; los niños en la calle vendiendo cualquier cosa, los limpiabotas sumisos, las vendedoras de carretera ofreciendo mil productos que llevan no se sabe dónde, el continuo latir del sismo [“no importa, no pasa nada, solo se asustan los extranjeros”], los carteles con textos de difícil interpretación [“no fumar a cincuenta metros”… “solo cobramos con sensillo”], las continuas pintadas políticas de carretera y los cerros de casas pobres con la bandera peruana en su cima, la ropa barata y extraordinariamente sexy [la joven mujer peruana busca curvas, escotes, nalgas marcadas… como contrapunto al machismo finisecular de los varones… y yo no lo entiendo… se quejan amargamente del machismo peruano y se visten y se pintan para provocar], el silencio sepulcral si nombras a la bestia [MRTA y Sendero Luminoso], la magia y la pasión por el cebiche y el pisco sawer, la pasión por los maniquíes [en una tiendita de cinco metros cuadrados puedes encontrar hasta veinte maniquíes], las mujeres percha [con todo su material de venta colgado de su cuerpo para saltarse la ley que permite a la policía requisar el material puesto sobre la calle a la venta], la exposición de armas en la cintura de los policías [cada uno lleva un arma distinta y grandota, muy visible y con cananas llenas de balas de lo más curioso], los mototaxis como auténticas obras de arte gracias a su trabajada decoración exterior, la discoteca “Dancin Moche Club”, los escribanos de esquina para rellenar papeles oficiales a máquina y a cambio de unos soles [dicen que saben más de leyes que los abogados], las farmacias en las que te pasan consulta, te diagnostican y te venden las pastillitas una a una [se llaman boticas, como antiguamente sucedía en España], la mezcla alucinante de estilos arquitectónicos [toda la historia de la arquitectura noble europea está representada en Perú… toda entera, eh], las promociones de viviendas más cómicas que he visto en mi vida [un muro con un cartel gigante en el que reza “Comunidad de Propietarios Parque de Viviendas Salaverry 2002”… y tras un muro de adobe hay mil casitas de adobe y caña que están a punto de derrumbarse en su miseria], las vírgenes tremendas con pelo natural ante las que todo el que pasa se hace cruces, el baile de la marinera [lo más plástico y lúbrico que he visto en el Perú… es una delicia], los perros "chimu" peruanos sin pelo [solo tienen un mechón de pelo en la cabeza… y el resto está pelado y gris oscuro y su peculiaridad es que su temperatura corporal es de tres grados más que la de los humanos, por lo que se le atribuyen efectos curativos… es patrimonio nacional del Perú], la hermosísima cerámica moche y mochica, el extenso vocabulario autóctono que es mezcla del español, el inglés y el quechua; los horarios lectivos de las escuelas [dos turnos para acoger a más niños, uno de tarde y otro de mañana, ambos en jornada continua], las huelgas constantes por todo y con razón, la limpieza impoluta de las calles [es alucinante], la Inca Kola con sabor a chicle Bazooka de fresa, las mujeres amamantando a sus críos en las aceras, los desfiles continuos por las plazas y la afición por la uniformidad en todo, la carne expuesta en colgadores de calle en las puertas de las carnicerías [media vaca colgada a tu paso por la acera], cientos de colegios privados y universidades privadas que emiten títulos sin valor, el Rotary Club a la entrada de cada pueblito [los comentarios de la gente no son nada buenos hacia ese grupo extraño… dicen de ellos cosas terribles], la “Choricería El Gitanito”, la escuela de primaria “Mentes Brillantes”… y el océano de locutorios y ciber’s… todo el mundo se contacta en Perú por teléfono móvil… todos.


Perro Chimu. El que veis lo fotografié en el sitio de Chan-chan.

Los maniquíes atoran las pequeñas tiendecitas de calle... parece que cuantos más maniquíes se tengan, más se vende.

El locutorio es una presencia constante en todas las calles de las ciudades de Perú.






La carne se expone en los exteriores de las carnicerías.


Kiko, de "El chavo del ocho" en su gira mundial de despedida pasa por Trujillo.

El negocio de los colegios privados se ve florecer por todo Perú. Dicen los lugareños que sus títulos no valen nada.



JUSAN en Trujillo... me hizo mucha gracia.
Ejemplo de la variedad de estilos arquitectónicos... es una ebriedad mirar los edificios.





Las constantes pintadas de carretera son un relato político y social del Perú.



"Las brujas" junto al buen amigo Lucho... son encantadoras... siento que no tuve mi mejor día y les pido disculpas por no atenderlas como se merecían... andaba agotado y tenía cierto mal rollito.

La discoteca de Moche... un divertido contraste en el desierto.





Restaurante Lagunilla en el desierto de Paracas. Todo un hallazgo sin agua corriente, pero con televisión.

Taxista en el desierto de Paracas.

La cruz alucinante de la gaviota.

grieta enorme producida por el terremoto de 2006.





Las vendedoras de carretera... son una institución.

Una de las innumerables y "modernas" comunidades de viviendas del Perú.








Policía por todos lados.

En estos baños del desierto de Paracas costaba un sol orinar.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Al Canfrán a varear fideos...

Debe ser de cuando te mandaban “al Canfrán a varear fideos” o incluso de aquella mar salada de los ‘mecachis’... el caso es que siempre llevo puesto algo de casa [que es como decir algo de antes] en la jodida cabeza... y nado entre una pasión libidinosa por decir lo que me dé la gana y un quererme quedar en lo que era, que es lo que siempre ha sido... pero todo termina como un apresto en las caras, mientras el hombre de verdad dormita entre una sensación de miedo y otra de codicia... ¡brup!... lo siento, es el estómago que anda chungo... y tengo ideología, claro, muy marcada, y la jodida a veces no me deja ver bien, incluso consigue que me ofusque y me sienta perseguido... a veces hago listas de lo que no me gusta y de los que no me gustan... para qué, me digo luego, y las rompo... si al final todo quedará en lo plano y en lo negro, o en lo que sea, que al fin y al cabo será exactamente lo mismo... es por eso que hay días en los que me arrepiento de algunas cosas que he hecho, casi t

Los túneles perdidos del Palacio Ducal bejarano.

Torreón del Palacio Ducal con el hundimiento abajo. De chiquitillo, cuando salía de mis clases en el colegio Salesiano, perdía un buen ratito, antes de ir a mi casa, en los alrededores del Palacio Ducal bejarano. Entre los críos corrían mil historias de pasadizos subterráneos que daban salida de urgencia desde el palacio a distintos puntos de la ciudad y nos agrupábamos ante algunas oquedades de los muros que daban base a los torreones para fabular e incluso para ver cómo algún atrevido se metía uno o dos metros en aquella oscuridad tenebrosa y estrecha. Ayer, en mi curioso pasar y por esa metichería que siempre tenemos los que llevamos el prurito de la escritura, escuché durante el café de la mañana que se había producido un hundimiento al lado de uno de los torreones del Palacio Ducal y corrí a pillar mi cámara y me acerqué hasta el lugar. Allí, bajo el torreón en el que se ha instalado una cámara oscura hace un par de meses, había unas protecciones frugales que rodeaban un aguj