Arder... y que no se parezca nada a nada... o que llueva de pronto como en las selvas violadas, o que aparezca un ángel exterminador y se juegue al julepe su espada tanatoria... Arder y que se vea que arde, que se aprecie el desnudo a simple vista y nada pueda ya sujetarse a salientes antiguos ni exista cordada cierta... Arder y que todo sea nuevo, distinto, moldeable... que todo sea como empezar un pan recién hecho o dar ese mordisco glotón a la manzana nueva... Arder y que empiecen a cambiar los parámetros, que la unidad sea otra, que el paradigma no conozca algo previo y ya probado... Arder y que el latido vuelva a ser el metrónomo del tiempo que ha de hacerse a dentelladas. Las causas no vendrán de sus efectos, como ahora... vendrán como recién paridas, con un pasado amniótico tan solo y un futuro perfecto (que es ese ‘por hacer’ que ha sido siempre en su definición neta... no ese futuro escrito en los rótulos ciegos de las bolsas o en los informes ...
Bitácora de Luis Felipe Comendador