Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de agosto 31, 2008

Concretismo parapoético.

Tomé mi café vespertino gracias a la generosidad del eléctrico Zulfikar Sikandar –que me invitó amablemente… gracias–, junto al silenciosísimo Fadel tramado en un pantalón faldonero y con un guante negro de chaufer en su mano izquierda, y la bella Ana recién despertadita. No estuvo mal. Luego se me enredó la mañana con trabajos extras y urgentes traídos por la municipalidad colega, con la vorágine de la compra del mes y con algunos restos del naufragio semanal acostando en mi aturdida cocotera. Mañana completita, pues, y casi sin poder dedicarme a enredar en mi mundo. La calle anda ya tomada por la gente, y yo procuro encerrarme un poquitín. ••• Después de mear en mi esquina –en la que siempre tomo el cafetín postmanduca–, como dice un bejarano rijoso y con ganas de ser egregio, rebusqué entre mis papeles viejos y encontré una carpetona con un montón de intentos de poemas visuales, y recuperé algunos para dejarlos en el blog. Luego, entré sin más en mi mundo estupendo, y hasta ahora… •

La vida es un sistema complejo que solo se verifica en la muerte.

Dos días sin noticias de Alberto [tengo curiosidad por saber el final de sus piezas en los infiernos chinos] y un abrazo fuertote que le envío de parte de Luisito [el fúnebre], con el que estuve tomando una cañita en el bar de El Abuelo, en Montemario, mientras esperaba al final de la misa dedicada al padre de mi amigo Joselín, que falleció hace un par de días de forma inesperada [este año cuento los muertos cercanos a puñados, coño]. El día salío de viento y nubes, de encuadernaciones de las de “vamos, vamos, vamos…” y de dudas sobre mi viaje a México [siento vértigo solo de pensar en hacer mi maleta… y es que ya no me apetece viajar, aunque sea a costa de Juan Pandero]. Entiendo que el salto al continente americano puede ser importante para mi poesía, que haré amigos nuevos y se extenderá mi mirada y mis ganas de seguir engolfado en la escritura, pero me cuesta tomar la decisión de marchar, porque soy un sedentario genético y apenas sé sobrevivir sin mi rutina diaria de familia y tra

Nadie te entiende, viejo.

Quiero detenerme hoy un poquito más, que tengo algo de tiempo, en mi percepción del trabajo de La Negra y de su concierto en Béjar, ya que ayer expresé que ‘me dejó un poquinín fus’. Lo primero es que el público yo creo que no era el adecuado [quizás hasta me incluya], pues la oferta artística es difícil y hasta arriesgada [con todo lo que ello conlleva de valor]. Si tomo el trío de músicos que acompañaba, solo puedo decir que me parecieron magníficos, sobresalientes; y si hablo de la voz de La Negra, a pelo, puedo calificarla como sugerente, hermosa, elegante [me emocionaban esos finales de fraseo que la artista dejaba en puro susurro de aire saliendo]. Hasta aquí, todo perfecto. Pero hay algo que me chocó [quizás por mi poca formación musical], y fue cierta rotura en el contrapunto que la voz ofrecía a la música y, sobre todo [yo nado en las palabras cada día], un repertorio en el que las letras no estaban a la altura de aquella voz y de aquel sonido instrumental. La Negra es grande,

Habemus espiral.

“Hacía 14 años que no torneaba, pensaba que se me habría olvidado. Este cuenquecito es lo más cerámico que he conseguido en China... paradojas del destino. Lo torneé yo y lo esmaltó Juan Ortí. Anoche tuve una grata sorpresa. Cuando ya había perdido toda esperanza de conseguir algún resultado interesante, vi que habían sacado dos de mis placas del horno, casi me había olvidado de ellas. No me podía creer que lo que había estado intentando una y otra vez estuviese allí. De esta manera creo que salvaré el cuadro grande de las espirales. El tríptico ha sido imposible, y mira que lo he intentado. No obstante tenía otras dos pieza preparadas y creo que algo podré colgar. El otro día fue la inauguación de la instalación de Marion Devillers. Fue divertido. Esta francesita ceramista y arquitecta nos ha alegrado y nos ha hecho pasar buenos ratos, contagiando con su alegría de vivir a todo el grupo. Esta mañana se ha ido. Yo no me he despedido. Como dice Christopher Benavides (más que interesante

Esos hornos de Fuping... y sus jodidos horneros...

Antes de entrar al horno. “No te mando imágenes de los fracasos por la simple razón de que no quiero verlos cada vez que abra tu diario. Es puro egoísmo. Estoy todo el día tratando de conseguir algo medianamente interesante, pero ni yo ni la mayor parte de los que aquí estamos obtenemos resultados. Las piezas, antes de entrar al horno tienen buena pinta, pero la pifian constantemente. No logramos hacernos con el control de los hornos, no nos dejan y una y otra vez cometen los mismos errores. Además cambian los materiales sin previo aviso y lo que en pruebas funciona, en la pieza final no sale. Es una situación completamente surrealista.” ••• Hoy no tengo noticias, Albertillo, pues estoy mojicón otra vez, con la salud flipando conmigo a base de puñeterías que me traen medio desesperado. Estoy francamente agotado por el duro trabajo de las últimas semanas y me duelen esquinitas que ni sabía que estaban en mi cuerpo. ¡A la mierda! Y me cisco en lo efímero, y me aburro de pensar en Ítaca,

Cúbreme los ojos con tus manos desde atrás y pregunta...

Hoy no me escribió Alberto y estoy como huerfanito. Espero que ese horno caprichoso y fupinguero no haya devorado su obra y que los paños negros la reciban como un éxtasis. Mientras, yo quiero ver algo de lo hecho, sea fallido o válido. Hay que tomar el mando, hermano, sobre esa gleba de maestros de hornos. ••• Amaneció el día algo nublado y esa cistitis crónica que tengo me ha atacado con saña durante la noche, justo cuando pillaba el relax de una semana llena de tensión y trabajo. Estoy hecho unos zorros y mi físico acusa las salidas de norma con quejidos notorios que me dan la medida de la edad en la que me estoy metiendo [ya sé que mi estado mental debilitado cae en el pozo físico cuando extremo el esfuerzo]. Habrá que convivir con estas cuitas que no atienden a razones de uso. El caso es que me retuerzo con ese jodido e incomodo escozor mientras el cuello sigue con sus puñeteros latigazos… una piltrafa, coño. Para calmarme, pinto. Ya he repintado el díptico de ayer como doce veces