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Mostrando entradas de diciembre 31, 2006

El resumen de mi vida ocuparía más de mil años de ecritura. ¿A que no es lógico?

Día de Reyes con patatas rebozadas de mi madre [una delicia] y reparto de regalos al moderno uso del «amigo invisible» en la casa gris [me tocó caja de carboncillos y sanguinas] con Mada hecha un guiñapito y un juego de miradas múltiples con cierto rollo de que algo se está rompiendo. Vi y besé a Sara –mi Sara chuli– y a Nacho, a Pablo, a Miguel Ángel y Mercedes, a Claudia y a Julia... y a mis cuñadas [incluyo con afectote en este capítulo a Antonio G. Turrión]. Las faltas resumen que se van cayendo poco a poco los palos del sombrajo [para lo que, sin querer, Ángel sumó banda sonora Otelo o similar]. Y a mí me van dando ya un poco por el culo los Reyes Magos si no es para festejar a mis hijos y a mi santa esposa y reina mora [agotada, delgada, decaída, derrotada y vendida a hacer y servir comidas y a protagonizar constantes cambios de muda... como el resto de sus hermanas presentes y ausentes]. Y Ángel sin enterarse de lo que vale un peine, sin percatarse de que se va corrompiendo todo

No sé parecer lo que no puedes ver en mí

Me llega delicioso paquete del colega José María Cumbreño Espada junto a una carta llena de afecto. [Anoto el recibí de «El coleccionista», de mi recordado Rafael Pérez Estrada y en edición de José Ángel Cilleruelo; «El ancho olvido» de Malén Álvarez, «Muertes impares» de Florián Recio, «Antología sumergida» de Javier Rodríguez Marcos, «La princesa y la muerte» de Gonzalo Hidalgo Bayal y «Entrevistas literarias» de Liborio Barrera]. Mil gracias, José María. (12:05 horas) Cualquier amago de profesionalizar el arte, el sentimiento o la literatura me parece abyecto, sobre todo si dicho ánimo es apriorístico: «voy a escribir, pintar, sentir para vender...». Otra cosa es el después creativo, que ya pertenece a otras manos y a otros ojos. Aún en ese punto, en el de las postcreación, siempre me joden ciertas maneras mercantilistas y clientelistas que son capaces de destruir la luz creativa con su niebla de intereses. Viene esto a que recuerdo hoy vivamente a Rafael Pérez Estrada –otra vez, qu

Pasar desapercibido a veces es un grave error

Día intenso de verdad desde primera hora: Hablo con Paco Ortega después de un largo tiempo de silencio [«Cómo me alegro de escucharte, tío... El mercado de la música está jodido por culpa de... no lo cuentes, por favor... Pronto saldrá a la calle el disco de Jesús Márquez... Tenemos que hacer algo juntos, colega, que me apetece un güevo... Estoy rematando el disco de Ángel González, chulo, chulo... Ya tengo mi primera cosecha de vinito, te mandaré... Te quiero, tío, de verdad... Nos vemos pronto], hablo con Esther Muntanyola [Jo, qué bonito... ¿Tienes un libro sobre lectoras que salió hace unos meses?, te lo envío ya... Me acuerdo mucho de ti... Me han sacado en una antología, también te la mando... Un besote... Muaaaac], recibo a 29 negritos menores que están en acogida en Trujillo y los hemos traído a Béjar para que jueguen un partido con los juveniles del Béjar Industrial. Me llenan la imprenta y el alma entre risas y una vitalidad envidiable [Pasa... defiende... tira... coñooooo...

Me encantan los finales regados de principios

Es curioso cómo la voluntad poética lleva siempre a buscar una existencia en lo trágico que se traduce por lo común en la insistencia en caminos que no responden a la realidad pacata en la que sobrevivimos. Al poeta le gustaría ser intenso en todo y, a la vez, ordenar su vida en monotemas: este año el amor, el año que viene el sufrimiento existencial, el siguiente la duda... y así gozar la itensidad de un sentimiento, de una forma de ser o estar... pero la vida no es así, la vida es caos y tono bajo como constante de paso. Es por ello que me encanta sentirme poeta, verme poeta; y es por ello también que escribo con más o menos suerte.

Miro al fondo de mi vida y veo que no ha pasado nada

¿Recuerdas el mundo que queríamos? No ha pasado nada desde entonces, sólo que han muerto hombres y los nombres de las guerras y de sus generales han cambiado. Queríamos un mundo libre y socialista, con la banca socializada, con la igualdad por montera; un mundo tan utópico como nuestra visión del amor. Nos encantaba engañarnos a nosotros mismos mientras paseábamos entre los plátanos del parque o mientras tomábamos refrescos entre risas y proyectos. ¿Recuerdas que hacíamos trabajos sobre el origen de la vida basados en los textos de un tal Oparín, que diseccionábamos ratones y hacíamos experimentos con permanganato y con perborato sódico? A mí se me ha quedado clavado el recuerdo de mi paraguas negro y los largos paseos dominicales por una Calle Mayor llena de charcos y de chicas que me gustaban. Ahora todo el mundo dice que no pasa nada, que estamos mejor, que todo va bien... pero a mí me falta la utopía, las ganas de creer en que se puede propiciar un cambio de aquellos que eran parte

Amar con exclusividad supone odiar tanto...

La ciudad como un barrio de ínfulas extrañas escupía la pobreza de sus luces a los cuatro paseantes altivos de las tres de la madrugada. Yo ya dormía un sueño de justos ojos cerrados y Magdalena aprendía los gestos de lo autótrofo. Algo le decía que no, que una mujer no sabe destilar la luz para hacerla alimento... pero ella insistió en su nada... insiste. Cuando el sueño es un estado más lúcido que la vigilia, es que la muerte acecha, y no importa, no importa nada, porque la muerte es descanso... ¿Y la pose del observador? [quedarse quieto y mirar o sentir vergüenza propia y ajena o no saber atinar la idea... sólo teatro, siempre teatro]. La parafernalia de los seres pseudoautótrofos deja lívido al que mira sin querer aprender: pañales, baberos, medicinas, luz triste y olor añejo... Sobreponerse a su sombra es la lucha exacta, y el campo de batalla es una cabeza intratable donde se pelea el orden. Y la pregunta: ¿A qué ser para nada? No hay rabia, no hay pudor, no hay norte que marque