No recuerdo las horas de zozobra esperando a la jauría de verdugos porque no las viví, pero tengo presentes los ojos de mi madre cuando cuenta la falta del centro de su vida, su padre, cómo entorna los ojos y se encienden de lágrimas mirando a un más allá que fue aquel tiempo de falta y agresión de vencedores. Asomando a la vida con tres o cuatro años de calibrar el mundo ya le tocó sufrir y aún se le nota cuando aflora ‘El Juguete’ como ausencia de padre, como un rito constante de la memoria inventada, de ‘habría dicho’ y ‘habría hecho’. Hoy, durante la comida en familia, hemos brindado por todos nuestros muertos pronunciando sus nombres y sonriendo por ellos… un homenaje sencillo y tranquilo, relajado y casi lúdico… Nos faltan Maxi, Pedro, Ricardo, Antonia, Joaquina, Saturnino y los dos mejores felipes de esta historia pequeña, singular, pero seguimos siendo uno porque ya hay varios hermosos relevos tomando oxígeno. Después de la comida para celebrar el espíritu de una familia natura...
Bitácora de Luis Felipe Comendador