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Mostrando entradas de julio 1, 2007

Esto es vida...

No recuerdo las horas de zozobra esperando a la jauría de verdugos porque no las viví, pero tengo presentes los ojos de mi madre cuando cuenta la falta del centro de su vida, su padre, cómo entorna los ojos y se encienden de lágrimas mirando a un más allá que fue aquel tiempo de falta y agresión de vencedores. Asomando a la vida con tres o cuatro años de calibrar el mundo ya le tocó sufrir y aún se le nota cuando aflora ‘El Juguete’ como ausencia de padre, como un rito constante de la memoria inventada, de ‘habría dicho’ y ‘habría hecho’. Hoy, durante la comida en familia, hemos brindado por todos nuestros muertos pronunciando sus nombres y sonriendo por ellos… un homenaje sencillo y tranquilo, relajado y casi lúdico… Nos faltan Maxi, Pedro, Ricardo, Antonia, Joaquina, Saturnino y los dos mejores felipes de esta historia pequeña, singular, pero seguimos siendo uno porque ya hay varios hermosos relevos tomando oxígeno. Después de la comida para celebrar el espíritu de una familia natura

Mis padres son la hostia.

Mientras mi padre gobernaba sus escuálidos negocios con esa fe inquebrantable de los vencedores [una pastelería a comisión y ‘rápel’ de ventas, el negociete de colocar mantas Mora y Paduana a crédito y de puerta en puerta, su negocio de ajuares montado en el comedor de nuestra casa nueva de la carbonería, el asunto de la ropa interior femenina medio trabado entre el pasillo y el dormitorio, la revolución aquella de las alfombras persas lavables…], mi madre compartía sus dotes de dependienta avispada y feliz con las duras labores de la casa. El buen gobierno de un padre siempre ausente [o cobrando por las casas las veinticinco pesetas semanales de sus dos mil clientes, o reponiendo materiales en los helmánticos Almacenes Ara] y aquella diversificación negociera en la que estaba profundamente implicada mi madre, me propiciaron noches magníficas frente a nuestra recién estrenada tele de lámparas, pues las clientas llegaban muchas veces pasadas las once de la noche a probarse aquellas faja

Ese clavito ardiendo...

Gracias a la amistad llega siempre el reposo y la mirada nueva. Ayer estaba roto y hoy me han reparado la serenidad Cumbreño [vino cargadito de ediciones preciosas], las sonrisas canallas de Paco Ortega, la dulce longitud de su Mercedes [delicada y cierta… bellísima], el swing Antúnez [en sus versiones Stratocaster de aparejo árabe y vintage mode by Fredy’s], la paz mundial curvada en el rumor sereno más José Manuel, la soberanía castañara de Miguel S. Paso, el hacer–deshacer más Cipriano y el lívido silencio más Fernando. ‘Vaya momento para que a mí me estalle mi pensamiento’… suena mientras escribo y el mundo Ortega se me figura delicioso, curativo, absolutamente laudánico. Y sopló la brisa para entrarme directa como un cuchillito hasta los pulmones, y se me fue medio olvidando ese mundo de espectros que consumen las ganas y también las alimentan… y miré de otra manera la ladera del monte de El Castañar, y vi el cerezo de la Venta del Bufón como un dulce presagio… querían estallar su

Postal después de la tormenta.

Las terrazas se llenan otra vez de gente que no conozco y las noches bejaranas se vuelven a poblar de personas ociosas que han dejado sus lugares comunes desiertos. Yo estoy triste, abúlico, sin ganas de arrancar, pues aún me duele el golpe caprichoso de la muerte y no hago más que darle vueltas a esos rostros que aún no he aprendido a olvidar. ‘¡Es un deber seguir adelante!’, me digo con insistencia, un deber para los que están y también para los que fueron… pero hoy me importa un pepino el sistema de enseñanza, la mordida católica y la furia neofascista… son cosas de hombres vivos que no piensan en la muerte, que ni siquiera se detienen un segundo a considerarla a pesar de que la llevan puesta como la muda limpia. La falta es lo que no sabemos considerar cuando no la sentimos… quizás el sentimiento más intenso, mucho más intenso y prolongado que el dolor… y mucho más duro de llevar. Tener no es importante si no consideramos que antes está ‘tenerse’, y luego ‘darse’… Hoy ni siquiera m

Cuando lo que ha de venir se hace imposible.

Otra vida preciosa dejada en la carretera. Esta vez Cristino, un chaval de diecinueve años que tenía aún por vivir todo lo interesante que ofrece el mundo. Dios es ciego y debe tener bastante mala conciencia [todo a pesar de no existir]. La desaparición de Cristino ha vuelto a traerme a la memoria el rostro de mi amigo Juanito Montero, el del colega Moreta, el del hermano de Iche, el angelical rostro de Antonio Álvarez Maíllo… y, con ellos, otra vez el miedo traído por los hijos hasta el justo centro, ese miedo irreductible, tremendo, agotador. Los coches son armas terribles y el personal sigue empastando sus sueños con un capó, con el aire en la cara, con la velocidad como signo angustiado de libertad o huida. Mi fuerza entera para los padres de Cristino, mi tristeza entera, mi sensación de incapacidad y rabia, mi apoyo para lo que haga falta… porque debemos ser para llevar juntos lo que más pese, porque somos colinas y valles, ríos y mesetas… y nuestro final cierto se merece un ‘siga

¡Me cago en rus...!

Justificarse es mostrarse vulnerable, porque aceptas con la justificación que algo debe ser explicado y entendido. La Naturaleza nunca se justifica, actúa sin más, y eso me gusta trasladarlo a las relaciones humanas, pues cada uno debe ser consecuente de sus actos e ir de cara, sin dobleces, tanto para lo malo como para lo bueno. Yo creo que la justificación viene de la moral y de la idea de conciencia, que no es otra cosa que un mecanismo de la moral para instalar sus normas rígidas y, muchas veces, antinaturales. ¿Por qué tiene que sentirse el hombre culpable de comer y de beber, por ejemplo? Son actos vitales de primera necesidad que no precisan justificación… ¡ah!, pero la conciencia entra enseguida en ese campo, el de la supervivencia, con el concepto ‘compartir’ o con el concepto ‘solidaridad’, para crear un problema que la Naturaleza tiene resuelto por selección. Ambas cosas son, en sí, correctas [la necesidad primaria y el sentimiento moral], y cualquier camino que parta desde

Pinto por no llorar.

Ayer fue mi segundo día de piscina, pues eché allí la tarde con mis pinturitas, tuneando mi libro interminable [disfrutándolo]. Hubo charla sobre el sistema de enseñanza con Antoñito y mis cuñadas y, como siempre, me pillé un cabreo importante, pues no entiendo nada, pero sufro constantemente en mis carnes los resultados de un sistema infame y de una serie de profesores absolutamente negados para esto… que para impartir enseñanza hay que partir de cierto nivel de inteligencia, coño, y el que no valga, pues a la calle. Lo que más me molesta es que los chavales, que se supone que están por hacer, deben padecer y pagar la incapacidad de algunos de sus profesores que no saben imponer su autoridad [¿de quién es ese problema, de los alumnos o del profesor?] y reniegan aupando a los que saldrían adelante por sí mismos y jodiendo a los que realmente necesitan apoyo formativo. Otra cosa es la formación general del mentado colectivo [al que, gracias a Dios, no pertenezco], que me los encuentro a