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Mostrando entradas de octubre 4, 2009

Apilad los cadáveres...

La memoria murmura los nombres olvidados de las cosas, los paisajes que fueron arrasados por las constructoras y aquellos espacios que alguna vez parecieron vacíos… pero hay gente que existe y baila y llora y sueña mientras escribe solicitudes para ocupar todos los espacios que parecen vacíos… y lo curioso es que el lugar de la huella no es de nadie, pues el tiempo macera su venganza tranquila y deja que la vida consiga ser rumor y no otra cosa… luego, la muerte avanza, siempre avanza, y lo hace con sus pancartas viejas, como manifestándose, con sus gritos ajados para arengar al hombre… “tú eres la más elevada criatura, el perfecto, el sublime, el que ocupa los tronos, el fuerte, el que razona, el que conmueve, el capaz de cualquier heroísmo, el que contiene el genio y lo administra, el que encuentra la gloria, el que domina todo cuanto mira, el que administra el espacio y lo somete… pero el tiempo no es tuyo…”… la muerte avanza, y ríe, pues sabe que la tetera permanecerá junto a las t

Guillaume Apollinaire

Cuando Guillaume Apollinaire veía banderas ondeando, se decía a sí mismo: “he aquí la rica indumentaria de los pobres”… y todos celebraban con comida en la mesa un día de la victoria sobre alguien, un día con muchos muertos de ambos bandos –los que fueran¬–, un día sin trabajo y con traje de fiesta replanchado… Luego de ver banderas y de pensar en pobres, en los pobres, Guillaume se quejaba de que la Patria aún no había aprendido a colgar de una soga a aquellos que no sabían gozar de la vida –pensaba en la poesía entonces, en esa poesía que enseña a reír y a masticarse, en la que cambia el rostro de los críos o invita a que el amor se expanda y trepe–. También caían las tardes sobre Guillaume y las banderas seguían ondeando en las ventanas con esa cosa suya tan correcta que le dicen a cada hombre: “aún tienes algo que defender, patriota”, y caía la melancolía como la miel, despacio, y le quemaban llamas mientras sesteaba sentado junto a un muelle del Sena, mientras gritaba al cielo “¿p

La lluvia no puede ayudarte...

No, la lluvia no puede ayudarte, aunque caiga lenta y codicie tu cuerpo, porque los impostores entran y salen de los lugares sagrados con su sonrisa quieta, porque yo también soy un impostor y así es la historia… y tampoco es preciso que vivas a base de píldoras, pues cualquier depresión es de sentido común, pero también hay puertas abiertas de par en par y quizás algo nazca mañana para ti… la lluvia no puede ayudarte y es mejor que te dé igual no ser tan bueno como Proust o Cohen, o no tener la voz de Etta, que disfrutes tus noches sin arrepentimiento y te dejes caer agotado sobre el mantel… pero habla con claridad, expresa el lirio o la abutarda que crecen en tus labios, camina firme, con la cabeza alta, que se quiebren los códigos que no fueron hechos para ti, que caigan a tus pies las convenciones como recién asesinadas… escucha a Charlie Manson y no vuelvas a pisar por tus huellas de ayer, que están gastadas, pues he visto el futuro y no está hecho… la lluvia no puede ayudarte, y

Homenaje a Joseph Brodsky

Tampoco tras de mí vendrá el diluvio, porque solo soy aquello que tu acariciabas con tus manos, el que veías bajar las escaleras, al que le hablabas como intentando un vacío nuevo que llenar… ni los truenos siquiera llegarán después de mí, porque no hay nada mejor como que te aceche la muerte y tiembles para seguir viviendo. Y no me estoy volviendo loco, ni son las píldoras blancas que me quitan el dolor de cabeza; es que me siento regalado y tengo las camisas dobladas en el cajón y aún puedo leer lo que me plazca y soy consciente de cada invierno que pasó con sus desvanes y sus asesinadas… no se acabará el cosmos cuando yo me haya ido, ni siquiera la vendedora de cosméticos se tomará el día libre, ni habrá un fragor de rocas bajo tus pies, porque la risa seguirá siendo risa y basta con eso, porque los tipos que tienen seguirán temiendo por sus huesos y su hacienda… no sucederá nada, de verdad, no temas, porque habrá vino que escanciar y carne hecha, porque saldrá humo de las chimeneas

Recuerdo Stromboli.

Del colegio me quedó aquello de Stromboli como el paradigma de la aventura y de la vida disfrutada… Es curioso cómo se van transformando en mí los recuerdos infantiles y juveniles, hasta el punto de conformar una especie de paraíso pasado y nebuloso al que me gustaría volver con los ojos de hoy… de aquellos días luminosos y felices quizás no quede más que una sensación falsa de lo que fue, pero es una sensación que me pone entre gatinino y cocolín… las natillas de la abuela Antonia con galleta maría y Chantillí [y su puntito de canela] puestas sobre la mesa camilla a enfriar en tazones diversos y distintos, los faldones de cura en clase de latín [volando por el aula mientras la odiosa regla de madera marcaba el soniquete de la primera declinación del singular… “a-a-am-ae-ae-a-ae”], las cantinelas de la formulación química cantadas en grupo bajo la batuta de don nomeacuerdo… “hipo-oso-oso-ico y perico”, el ejemplo finisecular de ancabalgamiento dicho de carrerilla para que no cayese el