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Mostrando entradas de junio 4, 2006

Manyooshuu

Los símbolos de victoria son hoy un retrato de Abu Musab Al Zarqaui hecho unos zorros y el mensaje de su hermano terrorista Bush sonriendo mientras se olvida de un plumazo de los muertos de ayer, de los antesdeayer y de los de antes de antesdeayer. Sangre para una «Historia» y una intrahistoria hecha de sangre: Sangre por petróleo, sangre por poder, sangre por contratas, sangre, en fin, para una nada que se resolverá en breve viendo pasar al sanguinario Bush en una caja de caoba fina con la bandera USA mientras suena el «Barras y estrellas». Otro muerto, no: El muerto necesario. Y descuiden los «Military US» que visitan mi web cuando nombro al hijo de la gran puta de su jefe, que no seré yo con mis manos quien lo tumbe, que será un oncogén arisco, un virus salvador o una bacteria libertaria... ¿Y de qué le habrán servido entonces su guerras y sus muertos, sus odios y sus pillajes? Abu tiene lo suyo y Georgito lo tendrá, pues serán tan iguales en su nada eterna como en su vida desatada

Theravada

Recibo un par de hermosos ejemplares de «Poesía experimental» con poemas visuales, caligramas, imágenes de libros objeto y de poemas objeto, todo de Juan Manuel Barrado. La edición está muy cuidad y pertenece a la galería de arte Dasto de Oviedo. Ya me he expresado en momentos diversos sobre este tipo de presentaciones poéticas (?), entendiendo siempre que están más en el camino de las artes plásticas que en el de la poesía. En todo caso, cuando algo está hecho con gusto estético y contiene el indicio necesario, llega el gozo de la contemplación y se produce la magia del arte y ahí no importan más valoraciones que las del pellizco interior y sus consecuencias. Gracias a Manuel por su generosidad. (23:05 horas) Dedico las primeras horas horas de la noche a pintar y sólo nacen borrones de mi mano. Harto de destruirme, me pongo a buscar el material gráfico que me ha pedido desde Madrid el colega Santiago Prieto Delgado –los últimos números de «El Sornabique» y una colección completa de «S

Shintaishi

Tengo un mal que me producen mis hijos, sobre todo los mayores. Es un mal que va minándome despacio, día a día, un mal del que quizá tenga yo toda la culpa por no haber aprendido nunca lo que es la severidad -–entre otras cosas, porque nunca me ha parecido un valor, sino todo lo contrario–. Yo siempre pensé que ser justo debía ir unido a tener y mostrar confianza, y así lo he aplicado siempre con ellos –mis hijos–, les he dado cuerda, caminos que hollar... y apenas los he dirigido, pues siempre creí que lo haría por el camino de mis frustraciones. Y he conseguido en ellos señales vivas de fracaso que son también mi propio fracaso. No entiendo cómo tipos intratables, auténticos estúpidos, tienen hijos cabales que van superando con éxito cada uno de los pasos que intentan. Mis hijos, no. Tienen todos mis defectos y han aprendido a magnificarlos hasta exasperarme. No comprenden nada que no sea en su propio beneficio subjetivo, no saben ordenarse y su desorden físico se traduce en una eter

Nakane Tori

Recibo de manos de Antonio G. Turrión, enviada por Ramón H. Garrido, una edición sobre Unamuno, «Meditaciones evangélicas», editada por Diputación de Salamanca y trabajada por el colega Paolo Tanganelli –que salió de mi olvido hace unas semanas para pedirme una colaboración en una revista calabresa–. Le echo un vistazo rápido al libro y me encuentro con hallazgos interesantes, tan interesantes como una reflexión sobre el hombre que vive para la historia. Se hace Unamuno –el pesado poeta y el lúcido ensayista– una interesante pregunta sobre el valor de la historia para alguien que entra en ella. Se pregunta de qué sirve que pronuncien tu nombre gentes que nunca podrás conocer y da la opción de eternida contra la de historia, indicando que un hombre debe trabajar para la eternidad y no para ser historia... En fin, la triste calavera coronada por la gloria literaria hoy me ha hablado un ratito, pero, sinceramente, no creo que aguante su lectura una hora seguida. Y que a media tarde me han

Shinshisa

Llegué de Mérida algo jodido, para qué negarlo. Purito asunto de falta de respeto y dignidad por parte municipal. La poca sensibilidad política del gobierno emeritense y su afán por lo mediático sobre todas las cosas, tuvo ayer triste ejemplo que sentí en mi persona como una afrenta hecha de ninguneo y luz de gas. Había sido invitado por el ayuntamiento de Mérida para presentar mi nuevo poemario en la Feria del Libro de Mérida, para lo que se me enviaron invitaciones, programas lujosos y un extraño folleto de biografías en el que aperecía con foto y un somero currículo. Acepté en su día sin poner problemas, pues consideraba que haber sido galardonado con el premio de poesía ciudad de Mérida me obligaba a ello –circunstancia que no figuraba en las bases del mismo–. Por pura educación no se me ocurrió preguntar si se me pagaría el coste de mi viaje y si tendría derecho a comida y cena –si lo hubiera preguntado, habría sabido con certeza que todo correría por mi cuenta. Craso error–. Hast