Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de octubre 21, 2007

Zamora de botas altas con cremallera.

Me tomé mi tiempo de viaje buscando un par de horas libres para pasear algunos espacios salmantinos antes de recoger al bueno de Fernando R. De la Flor y al coleguilla Aníbal Lozano… Mirada discreta a la Casa Lys [tan de Aníbal Núñez…], paseo por el puente romano, ratito en el jardín Ibarrola, itinerario del puente modernista y lujuriosas miradas al río Tormes. Y un frío cabrón que se me metía en los huesos y que lo hizo todo más plástico… un café, unos minutos de espera y encuentro con mis amigos para continuar el viaje sobre un asfalto de palabras y recuedos A. N. [con nota emocionada de Aníbal Lozano sobre la última novela de Tomás Sánchez Santiago, con anécdotas deliciosas de A. N., con paradiña meona, con buen rollo y mucha complicidad]. Y Zamora estaba divina, llena de mujeres con botas altas de cremallera y pechos generosos [A. Lozano lo describe como si comiera pastelillos de crema], bañada en una cosa modernista que me traía a los ojos hermosísimas imágenes de Tamara de Lempic

Precarretera y manta.

Antes de salir hacia Zamora me tomé un café prematrimonial en PdT [hoy enlazan sus vidas oficialmente Tati y Placi y cierran el hotel/cafetería/restaurante justo hasta mañana… que sean felices, coño]. Estaba Ana de paisano y la encontré bellísima [yo, que tengo la mirada acostumbrada a verla de negro absoluto y camarero] y compartí el ratillo con ella y con Pedrito. Después del lujo cafetero le eché un ratito a mi soledad y a este estado menstrual que me facilita el otoño, un estado de abulia –si el cielo está despejado– que se mezcla con cierta pasión por la piel y por las miradas, por imaginar roces y por enredar suave en algún cuerpo ajeno [solo lo hago de memoria]… y en pensar que me gusta el frío y me encanta el nublado, que adoro a Nina Kinert [gracias, Alberto], que las manos me están pidiendo trazos como naufragios, que hay versos que escribir y los tengo en la punta de mis ojos, que amo intensamente a un algo que flota alrededor de mí y no logro acotarlo, que llevo dos meses a

Con Aníbal Núñez a Zamora.

CONVOCATORIA Si mañana andas por Zamora, lo mismo podemos vernos y charlar un ratito delante de unas cañas. Participo en una mesa redonda sobre el poeta Aníbal Núñez, y lo hago junto a Aníbal Lozano, Fernándo Rodríguez de la Flor y Tomás Sánchez Santiago. El acto tendrá lugar en la Biblioteca Pública del Estado, sita en la zamorana Plaza de Claudio Moyano. Comenzaremos a las 20:00 horas en el salón de actos. ••• Fin de semana marcado por lo literario, con Marino González Montero [de editorial La Luna] pillando su libro recién hecho en mis talleres y a la sombra de mi adorada colección ‘Libros del consuelo’ [su historia de muertos divinamente egregios lleva por título ‘Sedah Street’ y es un lujo, que lo juro… ya estáis pidiéndolo en vuestra librería molona]… viaje a Zamora con mi querido Fernando y su señora y visita findesemanera de Jesusote Urceloy y Marisol [le encargué a mi Urce que me busque en su Madrí el último título de Woody Allen]. Así que no pararé durante estos días, a mayor

No me gusta Unamuno.

Decía don Miguel de Unamuno, que nunca fue santo de mi devoción [sobre todo en su faceta poética], que ‘es más provechoso el leer que el hablar, y en vez de escuchar hombres que hablen como libros, es preferible leer libros que hablen como hombres’. Y yo, como casi siempre, no estoy de acuerdo, pues pienso que el mayor provecho intelectual se obtiene de la experiencia de vida [la lectura entra dentro del apartado de la formación], de la relación con el mundo sin estar mediatizado por la opinión de otros [circunstancia de carácter utópico], de aprender a obtener conclusiones propias… En todo caso, el término ‘provecho’ siempre me ha parecido empapado de un tinte profundamente egoísta, circunstancia que cada vez que he leído a don Miguel ha aparecido neta en el fondo de sus escritos. No le niego su valor inteclectual, que es altísimo; no le niego su aportación al mundo de las letras [sobre todo en su ‘camino de Dios’ a través de la duda], pero siempre le siento como un tipo rijoso, enfad

De una jodida subida de tensión.

Murió hoy mi disco duro externo Lacie con todos los archivos de ocho meses de curro [me toca los cojones… relativamente] y con un poemario prácticamente rematado [eso me está doliendo casi como la pérdida de un amigo querido]. Y me he quedado como sin memoria, desnudo, absolutamente vulnerable y con cara de imbécil [este diario se ha salvado en parte gracias al blog, aunque he perdido cientos de subentradas privadas que guardaba para mí de momento y que suponían cierta luz a la historia pequeña de la gente que conozco, así como opiniones y reflexiones sobre temas tan heterogéneos como la política municipal, el urbanismo local y sus miserias, la poesía española contemporánea, la enseñanza cercana con crítica severa, nombres y apellidos, las historias de carácter familiar y muchos sentimientos privados que suponían casi mi desnudo integral]. Y me siento como perdido sin mi disco duro externo Lacie, como robado, casi como medio muerto [expresión incorrecta donde las haya, pero aquí define

Naufragar en otras lenguas.

Con el tiempo me he percatado de que para conocer mejor el castellano es imprescindible haber naufragado en otra lengua. Solo desde la mágica conversión de las palabras de un idioma a otro, desde los giros distintos para una misma idea, incluso desde los distintos significados que ingentes términos de nuestro idioma tienen en los diversos países hispanoparlantes… puedes percibir la riqueza significativa y expresiva de tu lengua natal. Sucede lo mismo que con el asunto de habitar en una tierra durante años y sorprenderte de pronto con que no conoces sus edificios singulares, que no has visitado sus museos con atención, que no te has fijado en los artesonados de sus iglesias o que, simplemente, no has mirado hacia arriba cuando caminas para empaparte del universo de balcones, galerías y decoraciones. Llegamos a habitar nuestro espacio como en un acto reflejo, igual que llegamos a hablar nuestra lengua de la misma forma, sin ser sensibles a su potencia y sus hermosos valores, sin percibir

Noche de perros.

Noche de perros hasta que lo eché todo entre mareos y sudores fríos. Eran las seis de la madrugada y no había podido pillar el sueño porque mi estómago ardía como un infierno particular. Cómo se estira el tiempo cuando estás mal, qué lento pasa… y sin embargo en mi cabeza tomo consciencia como nunca de que estoy vivo, siento el latido con más intensidad y percibo el valor del dolor y el malestar como signo inequívoco de vitalidad. Y una noche tan larga da para muchas cosas, para demasiados pensamientos que se van solapando en esa oscuridad del dormitorio en la que reinan los dígitos rojos del reloj despertador… sobre todo, los hijos: su tensión, su salir adelante sin poner casi nada, sus fracasos pequeños y diarios, su huida lenta de la casa [que los siente y los echa de menos cada día un poquito]… la edad con sus miserias y sus triunfos, la derrota de este cuerpo que es batalla perdida, las cosas por hacer acumuladas, los poemas pendientes, el amor sin trabar, el viaje que me debo a P