Nada en él fue vulgar... ni siquiera la muerte, ni siquiera la traición de quien fuera su amigo clavándole puñales en la espalda (fue cuando más vulnerable lo sentí de todo el tiempo que trabamos juntos), ni siquiera en la pura pasión que le hacia ser hombre... nada, nada en él fue vulgar... Ya hace unos años me enteré de que exponía en Béjar un tipo de San Sebastián que pintaba caballos... ‘otro’, me dije, y ni siquiera me acerqué a aquella exposición que me quedaba a dos pasos (esta ciudad estrecha siempre ha sido generosa en pintamonas patéticos propios y ajenos, y uno tiende a protegerse aislándose y no relacionándose demasiado)... el caso es que pasó el tiempo y, no sé cómo, un día de enmarcar se trazó el vínculo y pude mirar a Setxo con franqueza a los ojos... y quedé enamorado de su pose tranquila y elegante, de su asombro constante por lo que le rozaba y de una de las más bellas sensibilidades que he conocido... y el tiempo hizo lo demás... colaboraciones pequeñas y g...
Bitácora de Luis Felipe Comendador