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Mostrando entradas de septiembre 17, 2006

Rabbe Arnfinn Enckell

Generalmente, los que me rodean se burlan de las cosas que yo considero importantes, precisamente porque para ellos no lo son y, por tanto, ven en mi mundo algo inútil y absurdo. De ello he aprendido que la opinión de los demás me importa un pepino, sobre todo si esos demás demuestran una jodida incapacidad para hacerse preguntas que no sean de índole deportivo, de sexo o de baja economía. Es por ello que debemos escoger entre quienes nos rodean a una o dos almas sensibles –si es que existen– y cerrar nuestro mundo relacional en ellas. En todo caso, y no sé por qué, mi esperanza quiere un momento de gran tensión social para que crezca el número de personas que se hagan preguntas importantes... y vendrá, claro que vendrá, vendrá de manos de los ambiciosos que no dudan en derramar sangre por riquezas, vendrá por los iluminados de oración y fe ciega, vendrá por los harapientos que llegan buscando lo que es suyo... y algunos pensarán sólo cuando vean peligrar su parcelita de miseria.

Elmer Diktonius

Ya no tolero la ingenuidad –de un adulto– de ninguna manera en el esquema de nadie, pues ella lleva con herida a que a uno lo sojuzguen y lo sometan. De ella se valen los políticos predadores, los «listos», los arbitrarios y los que carecen de escrúpulos. La ingenuidad es culpable en gran manera de la opresión de los pueblos y de las constantes barbaridades que nos pasan por encima, por dentro y por debajo cada uno de los días de nuestra vida. Un pueblo con un alto índice de ciudadanos ingenuos está abocado a la dictadura y a la masacre. También me jode mucho ese marbete que se les pone a los jóvenes de que son ingenuos... ¡¡No!!, la juventud no es ingenua por naturaleza... es ingrata, contiene un mundo hermosamente abstracto y enreda en una gasa mojada de inexperiencia, pero no es ingenua. Ellos contienen la potencia de generar cambios en los modelos sociales y personales, y lo que llamamos ingenuidad, casi siempre es dejadez y sentido de extrañamiento... y de un joven no se abusa igu

Outi Alanne

La lógica arbitra casi todos mis actos, y por eso mismo la lógica aparece en mis poemas, pero siempre con un componente de sorpresa –que no es ilógico jamás, por cierto, aunque parezca inimaginable–. El problema fundamental que encuentro con demasiada frecuencia es que el instrumento de tortura que es la lengua –vamos a llamarlo mejor «el idioma»– llena de irregularidades el objeto de palabras que conformo. Por ello a veces parezco tan estúpido en mi poesía, porque el idioma no me es propicio para generar las figuras lógicas de mi cabeza, de mi realidad y de mis ensoñaciones. Pudiera decir que vivo la poesía con intensidad, que alumbro el poema con satisfacción personal y que lo estropeo en el acto físico de la palabra. Por ello siempre pienso que he de formarme como filósofo, que he de esforzarme en conocer los artificios del hombre y los artefactos de su cabeza social y científica. Conocer el idioma es poder desentrañar un buen porcentaje de los jeroglíficos que sólo están claros en

Juhani Aho

Esta tarde, mientras trabajaba en mi estudio en el absurdo de una revista publicitaria, pensaba en cómo atraparía mejor esta sensación de tedio y de vida perdida que sobreviene mientras me dedico al estúpido arte de sobrevivir. Quizás en un poema, me dije, un poema que actúe como solucionario y como espejo del drama pequeño, un poema que consiga que mi inutilidad se torne útil. De ello he tomado conciencia, y ahora me amparo –me conformo, mejor dicho– para otorgarle un valor positivo a lo que no lo tiene. Debo engañarme cada día y decirme con convicción que actúo como poeta en cada segundo de prosaísmo que se suma al siguiente... ¿Y me perdonará la poesía que la tome y la practique como justificación o como mentira piadosa?, ¿se hará patente en mi letra el impás en el que me encuentro? Ahora no me llama la poesía, no me busca... soy yo quien la persige como un náufrago o como un amante sin su par. A veces la sentí apremiante, noté su ardor y hasta llegué a odiarla por sus insistencia..

Anchee Min

Me he dado cuenta hace unos días que la poesía me ha llevado al estudio de diversas materias con tensión y con más ganas que nunca, y lo ha hecho hasta el punto de que el estudio diario y anárquico puede a la poesía, de tal manera que ya ni me permite atacar un poema. También he caído en la cuenta de que la poesía me ha hecho repudiar la prosa y hace años que me cuesta un enorme trabajo acabar de leer una novela. Mis apetencias corren por los caminos de la filosofía y por los de la ciencia, y siempre jugando a buscar sus nexos de unión y las zancadillas que una le pone a la otra. También es cierto que los poemas propios que me han dejado más satisfecho hasta el día de hoy son los que parten de conceptos recien estudiados y razonados. Y soy feliz de saber esto hoy.

Cao Xueqin

Habrá que acercarse a Toledo a comprar una espada y ponerle nombre para estar preparados cuando llegue la próxima cruzada benedicta –yo, por mi parte, haré una cruzadita nihilista, algo así como todos contra todos–. Ayer, mientras comíamos, Antonio me comentó que el colega Bene tiene razón por esta vez en sus palabras, aunque sólo le faltó decir un «y nosotros también» para dejarlo todo en su sitio; y yo estoy totalmente de acuerdo con Antonio, pues tanto el islamismo como el catolicismo están asentados en el temor y la sangre, y ninguno puede reprochar al otro nada que tenga que ver con estos conceptos... Sí, pueden discutir sobre quién ha matado más en el curso de la historia –yo creo que los católicos se llevan la palma–, pero nada más. También, ayer, asistí a una entrevista realizada con muy buen criterio en La 2 de TVE a un jesuita fundador de la teología de la liberación, Jon Sobrino, y me gustaron algunas de las cosas que dijo. Puso el hombrito énfasis en que mientras el Vatican