Con 19 años todo era atractivo a la mirada, el mundo estaba poblado de caminos abiertos por hollar y la vida se presentaba franca y dispuesta para tomarla y vivirla… Ya con 49 años, todo ha tomado la pátina de la decepción y sólo el estado de búsqueda puede hacerme permanecer fresco y atado a una vida que aún puede guardarme un puntito de luz y sorpresa si me empeño en ello. Mientras que con 19 años no importaban las palabras como ‘valor’ tangible de lo vivido y de lo por vivir, con 49 años se han hecho herramienta imprescindible para intentar engañarme en el asunto de que mi vida es pura supervivencia. Ahora no importa tanto lo que quiero decir [antes era siempre lo fundamental: gritar aunque no supiera cómo hacerlo] como de qué forma decirlo [ahí tienes preclaro el personal asunto deconstructivo traído de Derrida al que me refería hace unos días, amigo anónimo que no entendías]. Necesito que mis palabras acoten, se cierren lo más ajustadamente posible al concepto que quiero expresar…...
Bitácora de Luis Felipe Comendador