Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de noviembre 6, 2011

Prometí no volver a salir al otoño... pero no pude aguantarme.

Pido disculpas encarecidamente por esta sobresaturación de los ojos, por la bella tristeza decadente de este paisaje único y divino, por este tour de force otoñal, por toda esta ebriedad y hasta por la envidia que pueda suscitar este territorio de la nada y para la nada. Me prometí hace unos días no volver a salir al otoño bejarano, pero pasé la noche agobiado por el último deceso y me desperté como sobresaltado, como inyectado de un miedo tranquilo que me ponía azaroso –no le tengo miedo a la muerte, lo he dicho muchas veces, pero le tengo auténtico pavor al dolor y a los payasos– y me sentía herido por la falta reciente. Miré al monte cercano y lo tuve claro... hay que saber romper las promesas, aunque sean tan pequeñas y sin importancia como ésta. Tomé mi Nikon, hice acopio de tabaco y me fui a pasear las vías del tren aledañas a la ciudad, haciendo camino por ellas hasta La Centena... hacía tiempo que no tomaba este camino y me quedé absolutamente anonadado por el paisaje

Adiós, Loli.

Salamanca era una postal tristísima... lástima de cámara, coño. Los viajes iniciáticos llegan a veces a contrapelo, como las canas nuevas o los gansos en formación volando alto.  Ayer, hasta el mediodía, fue una jornada anodina y hasta feliz por momentos, pero todo se torció a eso de las tres y cuarto, cuando oí cómo se abría de golpe la puerta de la imprenta y sonaba mi nombre... ‘¡Felipeee!’. Yo reconocí la voz de Ricardo y contesté sin ganas, como siempre a estas horas de postsiesta... ‘hola,  Richi, aquí estoy’... pero volví a oír mi nombre pronunciado con cierta agitación... ‘¡Felipeeeee!’... y salí hasta la puerta para ver qué sucedía. Ricardo estaba vivamente emocionado y algo desastrado, como si se hubiera levantado de golpe de una siesta mal dormida... tenía los ojos inyectados de lágrimas y se movía nervioso de un lado a otro... ‘Felipe, tío, creo que se ha muerto mi madre!’... y me quedé helado, quieto, sin saber qué hacer ni qué decir... tan solo se me ocurrió pedi